Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Fue Chicho Ibáñez Serrador, nuestro genio nacional de la pequeña pantalla, el que inventó un programa llamado “El Semáforo”. Salvo la presencia de un tal “Cañita Brava” que por ahí andará haciendo bolos de cómico por clubes de carreteras comarcales, el programa no descubrió grandes talentos pero sí aportó una técnica nueva: el ruido como reconocimiento del mérito. Según era la bronca en el plató así era juzgado el concursante, hubo ocasiones memorables en las que los técnicos de sonido se las vieron canutas para rebajar decibelios. “Mutandis mudandi” podríamos aplicar este sistema de medir audiencias a los desfiles en La Castellana. Es de imaginar que si el público que el lunes abucheó a Zapatero hubiera ido con cacerolas en vez de con banderas, el resultado habría sido mucho más llamativo, aunque igual de penoso.
El alcalde de Madrid no suele pronunciarse acerca de cuestiones de política nacional porque él está en otro plano de la realidad. Gallardón es un personaje de Huxley, es un alfa y no comenta lo que les pasa a los gamma porque para eso tiene su “mundo feliz” aparte. Pero en la cuestión de los abucheos en La Castellana ha estado lucido: ni era el sitio, ni eran las formas, ni era el momento. Decía Gallardón que lo podrían dejar para otro día, a lo que Carmen Chacón dijo en coña: “pues entonces serán dos”.
Si bien la gestión del presidente del Gobierno merece ser criticada cuantas veces corresponda, porque para eso es el presidente, lo que no se puede consentir es que el alboroto estropee un día de Estado. No era un acto del Gobierno sino un acto de todos para rendir homenaje a nuestro ejército, (nuestro en la medida en la que siempre ha estado nutrido por los hijos de la Patria, fuera cual fuera la circunstancia y podemos recordar muchas de ellas y muy penosas).
Allá cada uno con su conciencia pero el acto se merecía otro sentido y mejor estética.
Los “pitantes” en La Castellana lo que hicieron fue participar en un gran acto de mala educación, sencillamente.
No es aconsejable convertir la democracia en otro capítulo más de “El Semáforo”. Y mucho menos cuando se trata de evidenciar que España somos todos, los que pitan y los que no, los que votan y los que se abstienen, los que siembran vientos y luego recogerán tempestades.
Dicho lo cuál muestro mi admiración y cariño a mis compañeros que desfilaron en La Castellana en representación de las desaparecidas “Tropas Nómadas” del Sahara. Para el coronel Lobo mi enhorabuena, otro año más.
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Etiquetas: madridiario.es, opinion