Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Un amplio cordón policial ocupaba las aceras próximas a la Audiencia Provincial de Madrid. A un lado un centenar de militantes de ultra izquierda coordinados por un megáfono, algunos con la camiseta: “Carlos ni te olvidamos, ni perdonamos”. Se esperaba representación de ultraderecha pero no aparecieron, sólo dos chicas “skin girls” se atrevieron a mostrar su solidaridad con Josué, pero las detuvieron antes de que el incidente fuera a mayores. Ya fuera por el despliegue policial, o por la presencia masiva de medios de comunicación, la primera jornada se quedó en más ruido que nueces. Y eso que el tipo del megáfono se desgañitó repitiendo consignas conocidas y otras igual de poco afortunadas en las que relacionaba Ejército con barbarie.
Josué al natural tiene pinta de pardillo cortado, nada que ver con un militar experto en guerrilla urbana, habla poco y equivoca las palabras en continuo desastre gramatical, de ahí que dijera que atacó por “intestiva”, (quería decir por instinto). Desde las imágenes del video del metro hasta hoy le ha crecido el pelo pero las ideas las tiene igual de rapadas. Estar en el banquillo y llevar las manos esposadas no le impide responder con la chulería que se aprende en los barrios difíciles. Dice que lo más cerca que ha visto un nazi dice que fue en “Salvad al soldado Ryan”, pero su película es otra muy distinta, un relato de terror del que tiene varias versiones según quién pregunte.
El juez apenas esperó a que la silla dejara de estar caliente para sentar a la madre de Palomino. Mavi Muñoz lo encuentra todo frío desde aquel noviembre de 2007 cuando le apagaron a un hijo de un machetazo.
En próximos días Josué y ella se verán las caras, será entonces cuando una madre dicte la sentencia antes de que el juez anuncie la condena.
Compartir: