Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Los romanos inventaron el término de la responsabilidad que tiene un buen padre para establecer base de la confianza en el comercio; otra cosa hubieran sostenido Cayo y Ulpiano de haber conocido el pasotismo paternal del siglo XXI. La autoridad del “pater familiae” está a la altura del “coño de la Bernarda”, justo en ese meridiano. Y de unos padres que no aportan valores surgen unos hijos que ignoran principios. Traducido: “hoy mal de muchos, botellón”, ese abandono al alcohol y al nihilismo civil es el camino que les han enseñado sus mayores.
Hay que recuperar el tiempo perdido como dice el sicólogo Javier Urra, que está convencido de que hemos pasado de una educación espartana a una educación inexistente. Ángel Gabilondo habla de reinstaurar los valores perdidos en la escuela empezando por la obligación de llamar de usted al profesor. Menos mal que en el Gobierno hay un socialista jacobino que tiene visión de Estado, se echaba en falta. Una educación igualitaria, laica y moderna no tiene por qué estar carente de principios. Creer que la autoridad es un principio de derechas lleva a no poco desengaños.
Dar clase en España es una labor de alto riesgo, de ahí que los profesores se tomen las bajas laborales igual que pastillas de “lexatín”. El cuento del niño hiper-protegido, inocente querubín dotado de absoluta libertad lleva a unos chiquillos que carecen de obligaciones porque no creen en la cultura del esfuerzo. Pero la culpa no es toda de ellos sino que hay que repartirla con sus padres que han declinado el trabajo de educarles y en el lugar de la figura materna/paterna han puesto a la televisión o a Internet. La distancia que separa, en muchos casos, a padres de hijos es mayor que la que separa a la Tierra de Júpiter. Puede que convivan juntos pero son universos paralelos dotados de distinta atmósferas.
El PP y el PSOE están obligados a alcanzar un acuerdo en educación, un pacto que comience en el usted pero que llegue a todos los rincones del hogar. Ahora que comienza el curso bueno sería recordar que la tarea de “socializar” no sólo corresponde a la escuela. Progenitores virtuales, (ausentes en el proceso del crecimiento de sus hijos), son los máximos responsables del botellón. Acierta Enrique Múgica cuando dice que la culpa está en casa y las consecuencias se ven por las calles. El centro del universo no puede ser un menor consentido; ésa es otra de las ideas perversas de una falsa progresía. El usted sirve como muro de contención del respeto más elemental para recuperar la figura del profesor, y desde ahí construir una escala de valores. Ha llegado el momento de denunciar que no todo vale, y que decir no a un hijo lejos de ser un trauma es bueno a veces
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Etiquetas: la gaceta de salamanca, opinion