Vacunar el desconcierto

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Ni los llamados expertos, ni la autoridad sanitaria mundial, (mucho menos la nacional), conocen las consecuencias que puede provocar la Gripe A. Uno contempla las fotografías de Trinidad Jiménez en el laboratorio donde se fabrica el Tamiflu y parece que está viendo un documental sobre la II Guerra Mundial, uno de aquellos cortos sin voz que se fabricaban para dar moral a las tropas. Trinidad Jiménez mira cómo salen las cajas de antivirales con la misma atención que Churchill veía embarcar a los paracaidistas rumbo a Caen. Trinidad y Churchil tienen fe en la victoria pero no descartan que se produzcan numerosas bajas. El cámara saca un plano corto de la ministra poniendo cara de interés y luego unas cuantas secuencias de cajas que desfilan ordenadas por una cadena de producción que finalmente las arroja a unas cajas de cartón.
Con esto de la Gripe A sucede como con los delitos comunes: no sabemos si va por delante la eficacia policial o la estrategia del delincuente. Dicen que el virus presenta tantas variantes que es posible que ahora estén fabricando vacunas que dentro de poco no servirán. Lo cuál no quiere decir que los políticos se vayan a rendir, ni mucho menos; los volveremos a ver ante la cadena de producción y esta vez las cajas habrán cambiado de color para que nos demos cuenta de lo mucho que hacen por nosotros.
Da la impresión de que la información que tenemos acerca de la Gripe A no es más que la subida de la montaña rusa cuando todo el mundo sonríe feliz y confiado en que tampoco el viaje será para tanto. La bajada llegará el mes que viene cuando los fríos comiencen a despertar virus y éstos se muevan por nuestro organismo. Es verdad que la humanidad ha superado pandemias terribles, pero nunca se cuentan las bajas sino a los supervivientes.
Alguna duda más puede entrar cuando uno se plantea si los protocolos de actuación son los adecuados, si con todo es suficiente con un saludo a la japonesa y una despedida a la turca con un “hale, majete, que vaya bien”. Hoy los suicidas no dejan cartas de despedida sino que se dan dos besos y luego se sientan a ver cómo languidecen sus vidas delante de una puesta de Sol. Es aquello de morir a pares.
¿Será este virus lo más grave que nos ha pasado?, al mundo rico efectivamente porque contra “el virus” del hambre y de la miseria no hemos hecho nada jamás. La idea es que mientras que mueran los pobres tampoco hay por qué alarmarse; así que esta es la primera plaga de ricos, por eso los documentales, las declaraciones solemnes y el seguimiento en portada. ¡Ah, caramba!, haber empezado por ahí.

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