Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Uno nunca es nadie hasta que no aparece en el Telediario con un apodo, a ser posible contundente y que haya sido elaborado a traición. De ahí que Luís Bárcenas haya tocado el cielo de la fama cuando a su imagen entrando en el Supremo le rotularon de la siguiente manera: “niega ser Luís el cabrón”. Bárcenas, ese señor con aspecto de ser el chofer de Al Capone, ya tiene un título del que presumir. A Felipe González, Rosa Aguilar le bautizó como “el señor X” y la verdad es que le costó un gobierno pero lo clavó aunque ahora se arrepienta desde su puesto de consejera andaluza. Los apodos son como los títulos nobiliarios pero a diferencia de éstos no se pueden marcar las camisas con sus iniciales.
En esta trama Gurtel los motes son chuscos y demoledores: “el albondiguilla”, “el curita”, o “el bigotes”. Nadie ha dicho nunca que los apodos deban ser justos, muy al contrario deben escocer como arena en los ojos. Para mayor ilustración se hace necesario volver al trabajo de Pancracio Celdrán: “El libro de los insultos”, un voluminoso tratado en el que se compilan los epítetos peor sonantes del castellano. Un libro que cuando lo comprabas, y dabas las gracias, el librero te mandaba a hacer puñetas para que te dieras cuenta de que había asimilado la obra.
Se busca “cabrón” con pintas, el Tribunal Supremo no ha hecho otra cosa desde que citó a declarar a Luís Bárcenas. No vale que sea un poco “cabroncete” o que se pase de tostado para llegar al “cabronazo” imperial que con tanta eficacia España exportó durante el Siglo de Oro a América. Es un cabrito en su justo término, uno cualquiera de esos que trinca la comisión y luego silba, otro botones sacarino que pone el cazo cuando escucha la frase mágica: “comisión a la vista”, (entonces hace la muestra con la pata como si fuera un podenco).
Apodados por la espalda fueron también Magdalena Álvarez, “Lady Aviaco”, Elena Salgado “Miss Brotes Verdes”, y Bermejo “El Cazador”, (al ex ministro de los hechos cinegéticos le pegaría más ser marqués de Cazaza en África pero eso es título nobiliario y le corresponde a Iñigo Ramírez de Haro por herencia y dinastía). En lista de espera aguardan Trinidad Jiménez que podría ser “Madame Tamiflu” y Rita Barberá “La anchoa del mediterráneo”.
Cabrones con siete balcones a la calle hay a chorros pero se busca al empresario madrileño que trincó contratos del PP. De ahí que en los restaurantes de postín el personal se mire de reojo para ver si los cuernos le hacen sombra o tan sólo se trata de un espejismo social. Luís Bárcenas ya puede rezar para que el juez también crea en espejismos.
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