Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
No es cuestión de ponerse dramáticos pero cuando nos llegue la hora, (bien sea en el bíblico valle de Josafat, o en el agnóstico laberinto de nuestras contradicciones), entonces nos pedirán algunas cuentas por nuestro pasado. Imaginemos que nos sientan en una silla pequeña y que nos ponen un foco en la cara tal y como hacen en las comisarías del cine negro. Será ahí cuando nos sometan al tercer grado de lo que ha sido nuestra vida y nos canten las cuarenta con voz de Pitingo y taconeo de Joaquín Cortés. Llegados a ese momento, y por si fuera de interés, sugiero llevar anotados unos cuantos agravios para nuestra defensa.
Cuando desde arriba se escuche la frase ritual: “¿Tiene algo que añadir el acusado?, uno podrá decir: “sí, un momento”, y es cuando sacaremos el contrato de Cristiano Ronaldo y las fotos de la juerga en Los Ángeles con París Hilton. Es cuando podremos decir que pecamos fumando y poniéndole gasolina al coche, que fuimos insolentes con Dios al meternos en una hipoteca y completamente irresponsables al pensar que podríamos mantener a una familia sin pasar apuros. Con lágrimas en los ojos podríamos hacer un alegato en nuestra defensa que justificara esos cigarros que hemos fumado y esa manera de acelerar a lo loco pero a favor de nuestros impuestos. Ahora bien: ¿Qué son nuestros pecados frente a los de una sociedad que paga 94 millones de euros a un futbolista?, nada, poca cosa. Podríamos decir que renunciamos a nuestra alma para dársela al capitalismo y que él premiara a unos pocos aunque nos jorobara a todos los demás.
Con ese alegato en nuestra defensa lo iba a tener complicado Dios para enviarnos al infierno. Daríamos la imagen de unos pobres desgraciados que pagaron impuestos, cumplieron la ley, bailaron en la cola del paro
pero no tuvieron suerte. En cambio se sintieron muy felices al saber que a Ronaldo le habían pagado una fortuna por hacer algo que muchos de los “cristianos” estarían dispuestos a hacer gratis: jugar al fútbol. En este caso no hay demonio ni tentación, Florentino Pérez paga lo que dice el mercado pero lo asombroso es que nadie cuestione al mercado y en cambio se aplauda la operación sin rechistar. Por encima de la oferta y la demanda no hay otras leyes, ellas son las que regulan nuestro sistema nervioso.
La foto impúdica de este jugador tumbado en una discoteca de Los Ángeles da idea del tipo de sociedad que se quiere potenciar. Un peligroso juego de destrucción mental que lleva a creer que marcar un gol lo justifica todo, porque no hay nada por encima del éxtasis de un gol, (la fe vende camisetas, Florentino). Con ese alegato quizá sólo nos condenen a una eternidad frente al espejo, por idiotas.
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Etiquetas: la gaceta de salamanca, opinion