Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Lazos blancos, gorras rojas y voces agudas, las que gritaban un grupo de niñas de dieciséis años cogidas a una de las pancartas, (tienen la edad en la que podrían abortar con la reforma de la Ley). A falta de políticos conocidos al frente de la manifestación iba el niño Francisco de Asís que con nueve meses se convertía en el bebé más joven que ha llorado contra Aído, su madre Blanca le mecía en el carrito para que se durmiera pero el griterío era intenso. Por unos minutos la calle Alcalá se llenaba de gente anónima como Paloma, (veintitrés años), y sus amigos: María, David, Carlos, cada uno con una pancarta en la que se recordaba el resultado más crudo del aborto, ese lado atroz que se convierte en relato de casquería humana. “En España se practica un aborto cada cinco minutos”, decía el cartel que llevaba Paloma. Todos ellos acudían no tanto para reclamar contra la reforma de la Ley sino para hacer una enmienda a la totalidad. Eran tantos y convocados de manera tan dispar que se trata de la primera manifestación popular contra Zapatero en las calles de la capital; un río de descontentos desafiaba la mañana fría, el cambio horario y el riego automático del Ayuntamiento de Madrid que mojó a quienes osaron subirse a los jardines.
Hubo políticos del PP como Martínez Pujalte, Álvarez del Manzano, Luís Peral o Jorge Fernández, pero iban de a título personal como se encargaban de subrayar con rotulador fluorescente cuando se les preguntaba. El ancho de la calle eran familias, señoras de edad en grupos de dos y padres con niños pequeños sobre los hombros. Pujalte caminaba entre manifestantes y el público de las orillas por no aparecer mucho en la foto, los políticos no saben actuar cuando la iniciativa particular les arrebata el protagonismo.
Bibiana Aído se libró de la cólera porque tiene un nombre de rima complicada, pero a la altura de Banco de España se gritaba “¡Zapatero dimisión!”, un canto que llegaba hasta el único representante socialista, el concejal sevillano Joaquín Manuel Montero en cuyos oídos retumbaba su conciencia batallando con los gritos. Montero era la nota discordante pero aguantó el tipo hasta subir al estrado donde se leyeron manifiestos de cierre mezclados con canciones de Bebe y de Los Secretos en los altavoces.
La plataforma “Hazte Oír” fletó un autobús de dos pisos desde el que se distribuían gorras y camisetas a petición del oyente, antes de arrojarlas se preguntaba por la talla del usuario. A pie de calle unos jóvenes, entre ellos Paolo, pasaban la hucha para solicitar la voluntad por las prendas repartidas. La nota de color la daba un hombre anuncio vestido de enorme corazón con piernas y un tipo con careta comprada en la exposición de “Star Wars” con un cartel de: “no caigas en el lado oscuro”. José Castro, responsable de una de las plataformas convocantes, hacía de “speaker” megáfono en mano.
No eran tantos como para formar ese medio millón de personas pero sí eran multitud, de tal manera que rodearon a Neptuno y provocaron la curiosidad de los turistas que hacen el paseo entre el Thyssen y El Prado. Con sus gorras rojas eran el primer movimiento de “no alineados” en las calles de Madrid.
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