Un mundo con pocas “luces”

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Basados en esa idea tan tierna como infantil de que un pequeño gesto consigue un gran cambio, se puso en marcha ayer la idea de apagar la luz una hora para salvar al planeta del calentamiento global. Es loable, resulta hermoso, pero no me lo creo, lo siento.
El primer punto del planeta en quedarse a oscuras fueron las Islas Chatham que están según se mira Nueva Zelanda hacia la derecha, (al este). Y desde ahí una gran sombra se fue prolongando por el globo terráqueo. La idea era apagar la luz durante una hora para emitir menos carbono a la atmósfera, y aunque el consumo se redujo durante ese tiempo no parece que la Tierra haya amanecido con mejor color. Hay edificios gigantescos, torres de oficinas en medio mundo, donde caben todos los habitantes de las Islas Chatham, (apenas seiscientos), y sobra sitio para algunos más. Está por ver el día en el que los políticos renuncien aunque sea sólo un rato a su coche oficial y prueben con una emoción tan exótica como es coger el transporte público; entonces empezaré a pensar que el cambio climático es posible.
Una hora de apagón para acto seguido continuar con el derroche acostumbrado es un acto curioso, entrañable, pero vacío de contenido. Somos unos derrochadores compulsivos que no estamos dispuestos a ceder nuestros niveles de consumo energético. Por otra parte es verdad que ahora no se le puede pedir al personal que renuncie a su coche, o que rebaje la calefacción de sus casas. Ha costado tanto llegar a este nivel de confort que renunciar a él es tarea imposible.
Un solo hombre con poder para apretar un botón nuclear puede provocar una contaminación más prolongada que un millón de “curritos” en el atasco de todas las mañanas. Se empieza por convocar una hora de apagón y se termina por pedir un euro por los bancos en crisis, (este ejemplo no vale porque ya se le ha ocurrido a alguien). Da la impresión de que el derroche es una actividad en manos de unos pocos pero la solución al mismo depende de todos; reparto del marrón se llama.
A diario cortamos árboles para hacer papel, extraemos carbón para generar electricidad, ponemos en marcha motores de vehículos, calderas de gas, y así hasta completar un círculo de tareas contaminantes que nos van a estrangular el día menos pensado. La solución no es apagar la luz del salón porque lo diga el Telediario, eso es un parche ideado por algún voluntarioso cabecilla de la nueva progresía.
El cambio de verdad está en aprender unos nuevos hábitos de consumo. Pobres de África, Asia y América prolongan ese apagón todos los días, ellos no lo hacen por salvar el planeta, (les bastaría con salvarse ellos mismos).

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