Tal como éramos

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Si pusieran por megafonía la música de la serie de televisión “Enredo” se entendería mejor una comisión que cita a declarar a consejeros que lo fueron hace veinte años, donde se reparte la documentación una hora antes, se eternizan los turnos de preguntas y la preside Rosa Posada que daría perfecta de jueza junto a Perry Mason; ambos en blanco y negro. Los tres grupos parlamentarios se sitúan en áreas opuestas de la sala, y se componen de tres diputados cada uno más alguno que ejerce de extra sin frase como Cristina Cifuentes en el PP.
Este chocolate de los espías comienza con un incipiente cuerpo de bomberos según Virgilio Cano que hace veinte años también se ocupaba también del “cuerpo” de María Porto, (ahora pasada al lado oscuro porque está junto a Cascos en los actos que convoca el PP). Así que en el principio, cuando Leguina creó la Comunidad y se hizo la luz con siete estrellas en su bandera, había unos bomberos y luego todo se fue complicando como pasa en las grandes sagas familiares. Este “macondo-madrileño” empieza cuando a Virgilio Cano le sacaron ayer de su casa muy temprano para comparecer en la Asamblea de Vallecas y tuvo que poner en marcha su NODO personal con las imágenes presidenciales de otra época. Tampoco se acordaba mucho Carlos Mayor Oreja que heredó el mecanismo algo más avanzado, con alguna misión más que apagar el fuego del monte Abantos que un verano estuvo a punto de chamuscar Madrid. Según parece en la primera legislatura de Gallardón esos “bomberos” ya sabían hacer agujeros en el periódico para espiar en los bares donde sirven churros y porras. Igual estaban al loro de cuánto dejaban los clientes en propinas, (un asunto que ya entonces le preocupaba a Solbes). Lo cuál no deja de ser una coartada perfecta, si a uno le preguntan: “¿a que eres espía?”, y responde “¡no, tío, que soy bombero!”, cualquiera se lo traga por lo disparatado del argumento. En el KGB esto se lo tenían muy entrenado.
Y así debió llegar el mecanismo hasta Pedro Calvo, ahora edil de Tráfico en el Ayuntamiento de Madrid. Pedro Calvo se irritó con los “suyos”, con David Pérez portavoz del Partido Popular al que le cantó lo de la Zarzuela: “hace tiempo que vengo al taller y no sé por qué vengo”. El alma se le salía del parquímetro que lleva dentro para preguntarse qué hacía allí, y que eso era como llamar al duque de Ahumada para que explicara la trama de Roldán, (que estuvo casado con Blanca Porto, no confundir con María entonces Cano). Quizá le había fundido los plomos la portavoz socialista, Maru Menéndez, que le lanzó cerca de treinta preguntas, una catarata de cuestiones que le obligaron a tomar nota una a una. O que Reyes Montiel, (IU), no paraba de dejar frases en el twiter para el face-book hasta que le regañó Posada como a un niño que va a clase con el móvil.
De momento no hay ni restos del humo del tabaco que dejaron los espías en el cenicero. La primera jornada sirvió para la nostalgia, para fuegos artificiales y para hablar de bomberos.

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