Silencios que matan

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Existe el vacío de Ley por el que se cuelan cuantos chorizos se conocen, (son más que las especies animales que catalogó Darwin). También está la Ley que no se acaba de redactar nunca y queda pendiente como un banquillo portátil, y luego cae sobre un niño de nueve años y le mata.
Diego Alcalá es la última víctima de una norma que no arranca, pero antes que él hubo otro chaval que murió en Alcorcón. Aquel suceso activó la mente de Fausto Fernández, diputado de IU, que inició la tarea de crear un borrador legal que obligara al anclaje de los elementos móviles. Ha pasado un año, dos críos fallecidos, y la Ley no existe. El Defensor del Menor lleva tiempo reclamando que se regule la práctica del deporte; pero ni a Fausto Fernández ni a Arturo Canalda les hacen ni puñetero caso. Aquí estamos en otras cuestiones como los espías, o la lista de comparecientes en la comisión. Estamos en el cierre de filas entorno al partido político que les mantiene a sus señorías en el momio, y en otros asuntos de igual índole cainita.
Vergüenza le debería dar a la Asamblea de Madrid, a la clase política regional, que muera un niño sin que ellos hayan terminado de hacer sus deberes. Una región que aspira a ser olímpica no es capaz de diseñar el plano de la seguridad de los alevines, (es como para dimitir otra vez a López Viejo sino fuera porque ya fue cesado, no por este asunto, sino por su presunta tendencia a pagar comisiones a empresas de Correa).
También pudiera ser que la normativa llevara a realizar inversiones en los campos de fútbol que algunos no quieren pagar.
Bueno sería que alguien diera la cara y supiéramos por qué no está atada la Ley, por su culpa se desplomó el banquillo sobre Diego.

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