Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Cátulo dijo que Hispania era una península cuniculosa, (traducción: un poeta romano que le daba al endecasílabo dejó escrito que España era tierra de conejos), y así lo fue hasta que apareció ese enorme animal jurásico de metal que fue el toro de Osborne; o hasta que surgireron los corruptos y España pasó a ser tierra de comisiones. El conejo es un animal que resiste a casi todo y que gracias a su cintura de diablillo se escapa de las escopetas de los cazadores, de los incendios, de los desastres, de las ruedas de los camiones, del avance del hormigón y de los crudos hielos del invierno porque para eso lleva puesto un abrigo de idem.
En Torrejón de Velasco están hasta el “pirri” de la profecía de Cátulo puesto que tocan a medio centenar de conejos por persona, una barbaridad. Si los animales tuvieran derecho a voto estaba claro quién iba a ser el alcalde del pueblo, sin duda que todo un homenaje a la Warner Brows de los años cuarenta. Tal sobrepoblación causa no pocos problemas puesto que aparecen en todas partes, hasta en las que no es necesario que estén. Es cierto que hace un par de navidades el Gobierno aconsejó practicar recetas de conejo para capear la entonces incipiente crisis, pero recomendar la ingesta de ese animal en Torrejón de Velasco sería un exceso de interminable festival culinario. Así llegaría el verano y tendrían que inventar recetas para hacer rico helado de conejo servido con dos orejitas en forma de galleta.
Estos pequeños seres han dado muestras de un aguante notable: se crían junto a las vías del AVE, (a pesar de lo peligroso que puede ser vivir junto a Magdalena Álvarez), han superado los controles de plagas y se han dedicado a construir madrigueras en cuántas llanuras ofrece el campo. Una solución sería organizar otro “hecho cinegético” que fue el término cursi que elaboró Bermejo cuando le cogieron con las manos en la escopeta. Un remedio sería organizar monterías en sucesivos fines de semana para volver a recuperar el ecosistema, pero sería necesario que Garzón y Bermejo se hicieran con municiones suficientes, (en este caso ni los marines podrían garantizar tamaño abastecimiento de cartuchos).
La habilidad del roedor es de todos conocida, pueden superar la adversidad con una fortaleza renovada, todo lo que no les mata les hace reproducirse con elevado éxito de natalidad, parece que no hacen otra cosa que practicar sexo en las madrigueras que son pequeños agujeros de lujuria y desenfreno. Sin duda que cuando el hombre desaparezca de la tierra quedarán conejos en Torrejón de Velasco que usarán las vías del AVE para limar esos dientes que nunca terminan de crecer. No sé a quién se le ocurrió decir que la pata de conejo trae suerte cuando muchas patas de conejo lo que traen son problemas.
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