Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
A alguien le tenía que tocar el papelón y Maravillas Rojo fue la que sacó la pajita más corta del sombrero de De la Vega, entonces supo que le correspondía la misión más difícil del Gobierno: decir que Dios no existe y que no hay salvación de las almas. A partir de ahí las vocaciones huirían dejando revuelo de sotanas en el patio del convento. Quizá por eso Zapatero había insistido en que la economía es un estado de ánimo porque sin fe no se pueden aprobar las cuentas.
Está más lejos Venus que el pleno empleo y eso que hace apenas un año nos prometían una tierra de fertilidad ilimitada pero, una vez más, nos toca remontar un resultado adverso, nos pasó ante Malta cuando Señor hizo que se le rompiera la garganta a José Ángel de la Casa y nos puede pasar cuando Miguel Sebastián entre en La Bolsa a expulsar a los mercaderes. Nacionalizaciones, sí gracias, piensan en ciertos departamentos gubernamentales que están hasta el pirri de que los banqueros tomen te en Moncloa pero nunca den las gracias por las pastas.
El paro es una inmensidad cuando se está dentro y un ruido de fondo cuando no se conoce, pero cada día hay más gente que pregunta en qué número de la calle está la oficina del INEM. Zapatero ganó las elecciones con la promesa de que el tiempo no iba a cambiarle pero el tiempo le azota en la conciencia de los parados. Eso sí que es una losa y no una “maravilla” en versión portavoz de los sepultureros.
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Etiquetas: el boletín, opinion