Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Tom Cruise es un actor para los planos cortos porque enseguida se acaba, es un personaje de Hollywood a escala, nada que ver con John Wayne, aquel hombre que era más grande que su caballo. Cruise ha venido a Madrid a inaugurar en La Gran Vía, y entre que los cines ya no son lo que eran y lo pequeño que es, a punto estuvieron de ponerle una multa por aparcar en doble fila. Esta ciudad es tan grande que se come a sus mitos como si fueran una oferta más del 2×1 del Burguer.
Cruise ha hecho una película basada en la que él es el bueno y Hitler el malo, un argumento bastante corriente, lo que hay que tener narices es para hacer de Hitler en ?El Hundimiento?. Pero ahora los actores no quieren hacer ?Taxi Driver? porque no todo el mundo quiere engordar veinte kilos como Robert de Niro.
Cruise pasaría bajo el balcón de la casa de Concha Piquer, que era un recodo de primera planta en Callao y que ahora supongo que será una oficina en crisis o un centro de atención sicológica. Hace años que La Gran Vía renunció al cine y se pasó a las tiendas de ropa y a grandes superficies, un sacrilegio como si Hollywood se hubiera transformado en un balneario para veteranos de Vietnam, pero las calles también tiene vida propia. Si Alfonso fotografiara La Gran Vía se iba a encontrar con una estampa muy diferente, sin paveras y organilleros.
Así que Tom Cruise estuvo en Madrid, se inauguró a sí mismo y luego el camión del Ayuntamiento que riega borró sus pasos.
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Etiquetas: el boletín, opinion