Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Para evitar que los millonarios se sigan arrojando a las vías del tren y de paso con la intención de recuperar la economía, Sarkozy ha invitado a París a un grupo de dirigentes mundiales y a Tony Blair que está de rebajas, igual le da una comparecencia en El Líbano, (donde le quitó el micrófono a Javier Solana), que una conferencia sobre la reforma del capitalismo, siempre y cuando haya barra libre de ?café au lait? con croissant. También acudirá la presidenta de Liberia; a Zapatero le han dado puente para que siga jugando con los regalos de Reyes Magos, de otra que nos hemos librado. Articular un discurso acerca del final del capitalismo sin acudir a Ortega es caracolear en contra del viento.
Entre los convocados figura el director de la Organización Mundial del Comercio, Pascal Lemy, una persona que cree lo justito en el capitalismo y que apoya cualquier medida que ayude a superarlo. Pascal Lemy tiene al capitalismo por sistema injusto, y visto lo que le ocurrió al suicida Adolf Merckle puede que también perjudique seriamente a la salud. Lemy es partidario de una reforma en profundidad y de los que cree que los planes de salvamento apoyados por los distintos gobiernos son distintas chapuzas con acentos diversos y una realidad común: supervivencia. En el fondo Lemy se pregunta por qué tantas medidas para reactivar la economía cuando aquí nadie ha pedido perdón; todavía está por ver el ?codicioso? empresario que hubiera aprendido la lección como si se tratara de un cuento con moraleja. Al contrario, cuánto más dinero se trasvasa de las arcas públicas mayor es el entusiasmo capitalista que no conoce fin. Se les ve marchitos, preocupados, tristones y con la anemia del vampiro que no deja de chupar. Pero arrepentidos aquí ni uno, esto es un suma y sigue de dineros públicos y un cierto asco hacia el trabajador al que se sigue considerando la base de todo el problema, (desde el punto de vista del capitalismo mas lenguaraz la culpa de la codicia la tienen los trabajadores que ansían tener casa con nevera y ésta llena a ser posible). Mientras los ricos eran los mismos el sistema estuvo a salvo.
Puede que Sarkozy se haya quedado sin presidencia europea pero eso no va a restar, ni un gramo, su entusiasmo de estadista mundial. Y, por supuesto, todo el rato con el móvil abierto por si tiene que regresar a Egipto para echar una manita en la crisis palestina. Lo que ha organizado en París son dos días de un Cónclave laico del que tiene que salir una cierta luz, lo más parecido a una ?fumata blanca?. Lemy está por hacer una autopsia más que por atajar la fiebre. Ahora hace falta crear un censo de capitalistas para saber cuántos están dispuestos a arrojarse al tren, y cuántos tienen propósito de enmienda. Zapatero se libra de asistir a este aquelarre de los cuellos duros, y evita hacer un discurso que le comprometa. Sea lo que sea el nuevo modelo económico, él tiene coartada: estaba en Madrid, hacía frío.
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