Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Le tengo que preguntar a un forense cuántos órganos del cuerpo se pueden extirpar para sustituirlos por una pieza mecánica sin que el paciente pierda la vida. No es cuestión de armar un ?Frankestein? pero si tuviéramos ruedas, carburador y tubo de escape, nos caería la ayudita de la industria del automóvil. Haríamos más ruido al caminar por el pasillo pero todo sea por reflotar la economía mundial; si Obama nos quiere con ruedas habrá que concederle el deseo puesto que en su triunfo nos va la salud financiera. También se pueden potenciar los matrimonios mixtos entre persona y automóvil; hay muchos que le dedican al brillo de la pintura de su coche los cuidados que le niegan a la familia. Un vistazo a los lavaderos de coches en fin de semana nos ofrece a una colección de novias aburridas que miran mientras su chico pule las llantas con entusiasmo juvenil.
Los analistas más sonrientes se asoman al agujero de la crisis económica y el eco se pierde por las tripas de la tierra, nadie es capaz de afirmar que hayamos tocado fondo. Para estudiar según qué valores de la Bolsa hay que tener un título de submarinismo con apnea. Conste que hemos hecho todo lo que dice el manual de primeros auxilios del capitalismo en apuros: ceder fondos públicos a empresas privadas, bajar los precios del dinero, de las hipotecas y mirar para otro lado con ciertas deudas. Zapatero ha ido un paso más allá que Obama y les ha regalado una rebaja fiscal a los ricos que les ha servido como estupendo aguinaldo navideño. Pero los ricos no dan nunca las gracias, tal es su condición. Pero a pesar de los esfuerzos sanitarios, de las descargas eléctricas que se dan a base de euros en el corazón, el enfermo no da señales de vida. Su electrocardiograma sigue plano; nada le hace sonreír, ni la caída del precio del petróleo. Quizá en vez de votar por Obama tendríamos que haber apostado por el doctor House que es mucho más directo en el diagnóstico.
El concepto reajuste se supone que es para dirigir la nave hacia alguna parte, pero esas correcciones a ciegas no son más que golpes de timón. Si comparamos a Solbes con Cristóbal Colón resulta que el marino tenía la certeza de encontrar tierra y Solbes tiene ganas de irse a casa. No se le puede pedir a alguien que sostenga las columnas de Hércules mientras los demás meditan si son galgos o podencos. Si los ministros tuvieran entrenador, el de Solbes debería haber arrojado la toalla hacía dos asaltos.
De momento los ajustes no son más que palos de ciego, golpes en la chapa y mantazos de pintura sobre una superficie oxidada. Otras civilizaciones sucumbieron antes que la nuestra, pero al menos a Cartago le cupo el orgullo de caer ante Roma. Lo peor de esta crisis es que nos podemos ir al garete por no cuadrar un balance. Y esta triste agonía de garrapata.
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