El lujo de ser un príncipe

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Seis días de fiesta va a tener Carlos de Inglaterra para celebrar su ?juventud?. En el fondo todo el ?aparataje? festivo es para disimular su desesperación, cuando llegue a reinar será con el sobrenombre de ?El rey Yayo?. Sesenta años sin haber ejercido el cargo para el que fue concebido y para el que se lleva preparando toda la vida es terrible, otros con menos esfuerzo sacan una oposición a alto cuerpo del Estado. Además, celebrar algo junto a Camila cuando Sarkozy se presenta con Carla Bruni debe ser muy duro, casi tanto como que te tiren de las orejas cuando de ahí vas sobrado. También es posible que haya cierta coña entre los que le canten: ?¡y que cumplas muchos más!?. ?Mamá?, está como una rosa y su buena salud recuerda que la reina madre se fue al cielo batiendo los récords de longevidad de occidente; dicen que ayudada por una dieta de alcohol en pequeñas dosis que le proporcionaba felicidad a gran escala. No es que fuera una beoda pero le tiraba la copita y gracias a ella se mantuvo firme, (también porque en las partidas de ?bridge? no hay contacto y apenas aparecen lesiones, quizá algo de codo de tenista por apoyar mal la carta en la mesa, pero no es muy frecuente)
La desesperación del sexagenario empedernido le ha llevado a una fiesta medieval en tiempos de crisis, (si otra monarquía hiciera algo parecido la bronca iba a llegar hasta las Chafarinas), pero en la esencia de una Corona está lo absurdo del ser. Freud habría escrito un enorme tratado con la vida de Carlos de Inglaterra. Ahora bien, a este príncipe nadie le dirá que no ejerce dignamente su oficio, es el tipo al que mejor le quedan los trajes y uniformes en el mundo. Si cada persona tuviera su clon en negativo, Berlusconi sería el antagonista de Carlos de Inglaterra. Nadie como él para ser el rey de los ingleses pero la oportunidad le va a llegar cuando tenga el carnet del club de jubilados y le hagan descuentos en los trenes. No es justo que el mismo día en el que le den la corona también le añadan un bastón y unas pastillas para el insomnio.
Sólo el interés de la cena de Bush en la Casa Blanca donde Zapatero acudió junto a un grupo numeroso, (como si fuera un turista más que visita Washington), nos ha hurtado las imágenes en directo de las celebraciones de Londres. Por parte de Bush ha estado muy feo que contraprogramara a la gran fiesta de Buckingham. Por muy mal que ande el sistema económico mundial y por triste que estén las Bolsas, a Carlos de Inglaterra había que respetarle su sexagésimo cumpleaños. Sólo se vive una vez, y la ruina puede esperar una semana más. Al menos el príncipe Carlos le ha puesto algo de alegría a esta penuria mundial.

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