Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Un año más las principales autoridades regionales y municipales, en especial las del PP, renovaron votos de fidelidad y entrega ante la Virgen de la Almudena que fue sacada de procesión con el aparato que corresponde a tan alta dignidad. Contemplar a Gallardón hacer las preces junto a Rouco Valera es una de las visiones alucinógenas que tiene un domingo en Madrid después de haber pasado por el rito urbano de desayunar churros en mesa de mármol. Junto al alcalde debidamente ?endomingado?, y miembros de la corporación municipal, también estaban los maceros que tienen un aire de ?befeaters? castizos y enmoquetados. Además, unos caballeros de órdenes militares con sus trajes de mosquetero, marquesas como las que dibujaba Serafín, (con sus joyas y el riguroso abrigo de visión), y un exceso de monaguillos que practicaban con estilo de majorete el meneíllo de incensario a lo ancho de la calle. Y tambores, muchos tambores, porque parece que cuando la fe tiene un punto oficial es capaz de alcanzar mejor a Dios.
También estuvo Esperanza Aguirre a la que un acto oficial no le altera el descanso del domingo; cuestión distinta de Rajoy que se pone de los nervios cuanto tiene que madrugar para acudir a un desfile, y éste de La Almudena también lo era puesto que había uniformes, bandera y marchas oficiales.
A veces nos hacemos los laicos pero en el fondo nos tira una procesión y la foto junto a arzobispo mitrado, la proximidad al cura le otorga a la autoridad civil un manto de divinidad prestada. Pero salvando muy respetable fe de los presentes, no es que el alcalde sea de misa diaria y comunión, más bien parece de los que tiene que mirar al de al lado para saber cuando toca ponerse de rodillas, (era más creíble Álvarez del Manzano que tenía un master en besar anillos cadernalicios). Pero ayer, junto a Rouco, Gallardón como un laico de boquilla pidiendo que la Virgen apañe lo que los hombres no remedian. Conversiones mayores se han visto. Amén.
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