Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
El tradicional, pacífico y vistoso desfile de ovejas y vacas por el centro de Madrid estuvo a punto de convertirse en un San Fermín atolondrado. Y todo porque al bueno de Tino le llegó la muerte cuando caminaba sobre unos zancos, (que estas cosas tiene la vida: uno nunca sabe cómo esquivar al infortunio y resulta que el domingo le tiró a dar al corazón de Tino, un habitual en esas citas). Y como no hay protocolo previsto para el caso de que un zancudo fallezca ante la Plaza de la Villa, las ovejas y las vacas tuvieron que esperar un rato hasta que la policía llamó al juez. Pero los animales no llevan reloj y se impacientan, y las vacas a punto estuvieron de liar una estampida como las que se veían en las películas del oeste. Suponga usted que baja a por el pan, (tal y como hacía Umbral para inspirarse), y se encuentra a un morlaco cabreado con unos cuernos descomunales. No todos tenemos la sangre horchata de José Tomás.
Alfonso, que fue el mejor fotógrafo de Madrid, captó al torero Fortuna cuando acababa de estoquear a un toro que se escapó de un camión en plena Gran Vía, pero eso fue cuando los héroes posaban en blanco y negro. Imagine el acojono que debe entrar cuando uno anda con el sueño traspapelado del domingo y una vaca le toma por enemigo. Todo animal con cuernos, ya sea de cuatro patas o banquero, tiene su peligro, (al genial Antonio Bienvenida le mató una vaquilla por la espalda).
La jornada de trashumancia a punto estuvo en convertirse en jornada de la ?descojonancia? porque no hay autoridad municipal que convenza al ganado de que espere a que llegue el juez. Y todo por cumplir con una tradición de paso que se solventa con el pago de 50 maravedíes acordados en 1418, un dinerito que pudiera parecer escaso pero que este año de crisis ha sido recibido con gran alborozo en las arcas municipales. Ya nos contará Juan Bravo, edil de la hucha y el ahorro, en qué piensa invertir tan magna cantidad de dinero y de qué manera nos va a reducir el IBI en su correspondiente porcentaje.
No cabe duda de que el octogenario Tino llegado desde León, tierra de Zapatero, no tenía ningunas ganas de palmarla en suelo capitalino, pero la muerte no entiende de jornadas festivas, de buenas personas, de zancudos, ni de vaqueros. Para evitar nuevos incidentes el Ayuntamiento de Madrid debería nombrar un edil cow-boy que tuviera las mañas oportunas. Llegado el caso y para darse el ?pisto? el propio Gallardón quedaría magno a caballo con un sombrero de John Wayne. Por si acaso, y por lo que pudiera pasar, yo que tú ?forastero?, miraría en las esquinas del barrio de los Austrias. No vaya a ser que algún cuerno ande suelto, con perdón.
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