Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Los niños de costa hacen castillos de arena, los de interior juegan con barro; en ambos casos se trata de creatividad en estado puro. No importa tanto las figuras que se consigan, ni la calidad artística, cuenta más el hecho de que uno cuando mete las manos en arcilla es inmensamente feliz. Es más, podríamos decir que el paso de la edad temprana a la adulta es cuando uno toma conciencia de estar manchado, (maldita sociedad que nos quiere pulcros). Luego sólo unos pocos continúan por la ruta de los artistas, independientes seres de cuerpo y mente.
La Feria del Barro es el paraíso de la expresión infantil, y uno supone que también la felicidad de los adultos. Si crearan un espacio donde las personas mayores pudieran meter sus dedos en el barro, sin temor a ser mirados como locos, el éxito estaría garantizado. En esta sociedad de las prisas hacen falta lugares para la creación y clínicas donde te rasquen la espalda, (un paso más allá de los masajes terapéuticos que tanta aceptación tienen). Uno nunca sabe qué ideas se le pueden ocurrir cuando moldea con un torno, de la masa fría pueden salir versos, palabras, ocurrencias. Acaso el ?no pensamiento? es posible cuando las manos pasan a la acción y la mente se desconecta. No es verdad que estemos hechos de barro, estamos confeccionados con ideas que salieron del barro; donde dice sentimiento ponga usted arcilla y se encontrará con un hombre vivo.
Machado le cantó a las moscas de colegio, a esos pequeños pilotos que distraían la atención infantil. Con las medidas de higiene en los colegios es raro encontrarse a una mosca que asista a un dictado, (aunque todavía las hay que prefieren una clase de matemáticas); moscas curiosas que van de tanatorio o de cumpleaños, según tengan la tarde. Pero nadie le ha hecho una copla al barro que nos parió, parte de esa tierra de la que venimos y, sin duda allí acabaremos para que otros niños nos hagan pasta de su ilusión.
Cuanto más se mancha uno, más feliz es. No es una regla científica sino una reflexión a pie de barro, una idea con delantal, una de esas cosas que se le ocurren a uno cuando tiene las uñas llenas de tierra húmeda. La Declaración de Derechos Humanos debería contemplar un apartado de obligados juegos con arcilla, una forma de canalizar la creatividad que elimine ciertas dosis de violencia en las personas. No hay pueblo sin gente, y mientras esa gente sea feliz y pueda crear un botijo, mejor, mucho mejor que se lancen a crear balas. El metal produce daños irreversibles, ya sea en forma de munición, de cuchillo o de espadas. En cambio no se conoce que el barro haya dañado más que a los dedos gordos cuando se nos ha caído un cenicero encima, (por eso dicen que es malo fumar). Pero mucho peor es no modelar las ideas. Un artesano no tiene edad; igual que los sueños.
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Etiquetas: la gaceta de salamanca, opinion