Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
El sentimiento olímpico sirve para vender zapatillas de marca, pero fracasa en su idea de hermanar a los pueblos. El buen rollito no se lo tragan ni los cien mil chinos que hacían la coreografía inaugural, ¡anda ya con la suelta de palomas blancas! El ejemplo de no influido por la ceremonia es Putin que estuvo en el ?Nido del Pájaro? pero se le quedó el pico frío. Veinticuatro horas después mandaba bombardear Georgia. Se acostó hombre de paz y se levantó hecho una fiera, apenas le hizo efecto unas horas la pócima de estadista mundial, está comprobado que con esa dosis no mejora. Ni el abrazo que le dio el competidor georgiano, Nino Salukvadze, a su oponte ruso pudo ablandar la decisión del primer ministro de Moscú. Mucho tiempo en los despachos del KGB marcan carácter y este sujeto tiene todo el aspecto de haber mandado cachear a Caperucita por sospechosa de ser poco ?roja?. El camarada Vladimir es de esos que cuando ven pasar la antorcha Olímpica le dan ganas de quemar unos cuantos libros. Ya que está la llama prendida, aprovechemos que la gente trota en una misma dirección. Sólo es cuestión de persuadirles de manera contundente.
La inmunidad no es sólo parlamentaria o diplomática, también existe la inmunidad ante los buenos propósitos y hay gente capaz de montar una guerra sólo porque les han mirado mal. Que se lo digan a la mujer que humea con las piernas rotas ante su casa derruida en Gori, o a la familia de Alexander Litvinenko, o a la de la escritora Anna Politkóvskaya. De haberlo conocido Jesús Gil le habría fichado para el banquillo del Atlético de Madrid en aquellas temporadas en las que un entrenador recién nombrado recibía la dimisión antes de abrir el grifo del agua caliente.
Este mismo personaje que pone en peligro el equilibrio mundial y que se enfrenta a la OTAN con la osadía de un macarra tatuado, en su día fue propuesto para el Nobel de la Paz por un centro de estudios de biocombustibles de Zurich. Pretendían premiar sus trabajos en el desarrollo de fuentes de energía basadas en la nanotecnología. Es aquello de ama a tus chips pero odia a tus vecinos. Haberle dado el Nobel de la Paz habría sido como premiar a Jack El Destripador por puntualidad e higiene.
En Pekín se quitó la chaqueta porque sentía calor, algo insólito en un hombre de natural gélido y reservado. Su extraña sordera para los llamamientos a la paz le convierten en un personaje al margen de la legalidad; Putin es la Belén Esteban del G8. No se le ha visto sonreír nunca en público, tampoco se le conoce debilidad alguna. Su mente está ocupada veinticuatro horas en maquinar la represión. Es peligroso porque tiene inmunidad que él convierte en impunidad bélica. En caso de cruzarse con él en una calle es recomendable cambiar de acera. Un tipo así destroza todo lo que ocupa.
Compartir: