Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Federer es un triste, por eso ha elegido un hotel de cinco estrellas para alojarse en Pekín. No así Nadal que se ha quedado en la Villa Olímpica; ahí se nota quién es el número uno del mundo. La residencia de los atletas es una mezcla entre un campamento para adolescentes, la mili, y un crucero para solteros; lo del espíritu olímpico está muy bien pero la carne mortal está hecha para disfrutar de pequeñas metas placenteras. Una de esas maravillas es el intercambio de culturas y el roce multirracial, asunto de notable importancia cuando se trata de cuerpos que han trabajado la perfección. Una fiesta de atletas es como si las esculturas del taller de Lisipo salieran a tomar unos zumos, (memorable es su atleta rascándose el antebrazo).
Federer prefiere la decadencia de un salón con el hombre del piano, un ocaso para ricos en los que Litz suena a Richard Clayderman, en cambio Nadal desayuna con el equipo de boley-playa brasileño. Con perdón: otra cosa. La residencia de los atletas tiene mucho de ?Vidilla? Olímpica, con faunos con pies de tanguista y sirenas de piscina, con amazonas que tiran con arco, gigantes de la canasta, acróbatas del suelo liso y ninfas de danza acuática sincronizada. Seguro que Fernando Alonso cedía gustoso parte de la potencia de su coche para quedarse con un solo caballo y participar en hípica. Medallero aparte, en una residencia con atletas jóvenes hay mucho movimiento en horizontal, llegada la noche hasta los jueces de silla pierden el rigor de la mirada. En ningún otro sitio es más fácil el ligue, allí sólo tienes que preguntar: ?¿esprintas o resistencia??, y luego surge un diálogo fluido.
Decía Ramón que en los hoteles de cinco estrellas te cambian cinco toallas cada cinco minutos. Federer va a ser el más limpio de Pekín pero el Barón de Coubertain no destacaba a la higiene como virtud de los competidores. Con menos toallas se puede ser el número uno, caso de Nadal que podrá intercambiar gel y cremas con las majas que ayer desfilaban en ceremonia inaugural y de sonrisa plena. No todo en esta vida va a estar sujeto al cronómetro, también cuenta la participación que es un sustantivo que incluye el conocimiento y la proximidad. Esos mismos cohetes que lucieron en la inauguración también brillan en las fiestas privadas de los barracones. Ya que Nadal está en China tendrá que hacer honor a los inventores de la pólvora y disfrutar del ?carpe diem? en terreno que presume de milenario. Luego vendrán las prisas de las despedidas y esa loca costumbre de anotar teléfonos en servilletas.
Aparte del oro, la plata y el bronce, en Pekín hay otros objetivos que conquistar. Más allá del himno y el aplauso están los trofeos que se murmuran en la oreja y los premios que se quedan en la piel. La pasión tiene sus reglas, sus finalistas, y premia a los audaces.
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