Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Llega agosto y el pantalán del muelle se nos llena de pelotas, maricotis? de anillos gordos, cronistillas de revista y secundarios sin graduación. Todos a Mallorca a comentar la última hora de la Familia Real; cualquier movimiento que se haga en el entorno del Palacio de Marivent es susceptible de ser comentado, repetido, archivisto y ?requetedicho? en las televisiones de la tarde. Es tal el asedio al palacio que podríamos pensar que el rey, y su familia, más que disfrutar de las vacaciones lo que hacen en ponerse a salvo de la curiosidad insana.
Una encuesta dice que los españoles estamos convencidos de que la infanta Elena habría sido una buena reina de España; nos va la corona con independencia de quién la ejerza. Rousseau, de haber vivido en Madrid, tendría que haber montado una tahona porque nadie le hubiera comprado el discurso republicano. Manuel Azaña ya no podría decir en la tribuna del Congreso que España se ha levantado tricolor y alejada de los Borbones. Merced a las teles, y a la repetición hasta la ?suciedad? de las mismas imágenes: España desayuna, come y cena con los personajes de la monarquía. Los primos de Grecia me resultan tan familiares que si un día me los cruzo por la calle les pienso preguntar por los niños. La Familia Real es la única familia de España a la que no le hace falta viajar con la cámara de video, con grabar los programas del corazón ya tienen las mejores imágenes de su veraneo.
Pero sucede que el epítome tiene su gasto y que el cronista no puede estirar la frase y hacer malabarismos con la crónica de pantalán, y es entonces cuando llega el ridículo del peloteo y la vergüenza ajena. Hay adjetivos que mal colocados dan un disgusto a cualquiera, ¡pero qué quieren si se pasan un mes mareando con los tacones de Letizia Ortiz, las gracias de los niños o la forma de navegar del rey! Es una información cansina más que exhaustiva, y que parte del mínimo rigor hasta alcanzar el máximo rubor argumental; unos que confundirían a los trastamara con los Locomía, se atreven a hablar de dinastías.
Cuando ya no tengan más imágenes que rumiar, llegará la foto de la escalinata y nos daremos cuenta de que con menos personal Noé consiguió salvaguardar a las especies del desastre hídrico. Un año más faltará Jaime de Marichalar que le ponía el punto pijo a la aristocracia española, (le hubiera dado un vahído al saber que el rey le regalaba camisetas del ?todo a cien? a Hugo Chávez). Marichalar era el piloto de pruebas de las nuevas tendencias, un hombre que se hizo de Versace por sí mismo. Ahora que empiezan los Juegos, él era el gran ?plusmarquista? español; nunca repetía abanico.
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Etiquetas: la gaceta de salamanca, opinion