Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Cuentan que el señor marqués cuando abrió la puerta del dormitorio y vio a la señora marquesa en posición horizontal con el cochero, exclamó: ?¡qué buena oportunidad para haberme quedado un rato más en la cacería!?, ¿Quiere eso decir que el señor marqués fuera gafe?, pues no, sólo que eligió mal su momento. Hay muchos que aparecen cuando no les llama y luego ocurre lo que no esperan, digamos que es la venganza de la realidad contra todos aquellos que intentan cogerla desprevenida. Hay quién le llama mal fario; pudiera ser que le demos a algunas personas la capacidad de cambiar el destino. Es algo nada científico pero muy divertido, y muy español también.
Zapatero no es un futurólogo de prestigio, muy al contrario tiene un largo currículo en meteduras de gamba, sus últimas apuestas en política internacional fueron poco afortunadas: Kerry, Ségolène y Schröeder. Y, ahora que va con Obama, ya veremos. Lo peor fue la noche en la que el balón estuvo dentro del aro pero al final salió y nos quedamos sin la Eurocopa de Basket; alguna fuerza extraña alteró la ley de la gravedad hasta convertir a la puñetera pelota es un objeto incontrolado. ¿Habría entrado el balón en caso no estar ?él??, seguro que tampoco pero ahí comenzó la leyenda.
Su presencia en el palco de Viena es una apuesta arriesgada, si la Selección gana todo el mundo felicitará al Rey, pero si pierde ya sabe en quién se van a fijar las cámaras. No merece la pena un envite de tal categoría que puede tener un alto coste en imagen, y que va a alimentar una leyenda insana. Por su bien lo suyo es montar una merienda el domingo con alguno de la Alianza de Civilizaciones, y pasar la tarde escuchando a Moratinos recitando poemas en lingala hasta caer en el sopor de la suave métrica bantú. O ponerse con las niñas a repasar los cuadernos de verano que siempre exigen la dedicación de un buen padre, o podar los bonsáis que dejó Felipe González como recuerdo de su presencia y que deben tener unas greñas que amenazan a los enanitos del bosque. Cualquier actividad es mejor que meterse en el avión camino de la final.
En caso de producirse el triunfo de la Selección de Luís Aragonés, Zapatero tiene la oportunidad de recibirlos en el aeropuerto de Madrid, pasear en autobús descapotable y hacerse cuantas fotos demanden los compañeros gráficos, pero lo del palco es una locura. El señor marqués nunca debió dejar la cacería antes de tiempo, hay soponcios que se deben evitar porque dejan muecas en la cara que no se quitan con jabón. Yo que tú no lo haría, Zapatero; nunca cruzaría la orilla del río Danubio. Dejar la fama de uno en manos de Ramos, Pujol, Marchena y Capdevila, es mucha temeridad. Que una mala tarde la tiene cualquiera.
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Etiquetas: deportes opinión, el mundo