Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
No es sólo cómo lo hace, (Joselito ?El Gallo? estaría orgulloso y Lorca le habría incluido en su poemario), sobre todo es dónde lo hace. Donde ?trabaja? José Tomás nunca ha pisado el hombre; son unos terrenos inexplorados allá donde la muerte juega con ventaja. Entre el capote de Tomás, el toro y el peligro, se forma un triángulo de las Bermudas que sólo los valientes son capaces de atravesar indemnes. En su diccionario no aparece la palabra ?miedo?, por eso José Tomás cuando actúa se convierte en un donante de sangre.
Ayer fue a por el rabo, para superar la faena de Palomo Linares en su día, pero se encontró con el asta del toro en forma de navaja cabritera. Cualquier otro hubiera preferido la indiferencia antes que la herida, pero él no se vino atrás sino que se tiró por el abismo. Tomás abrió la puerta grande de Las Ventas a empujones y hasta estuvo a punto de echarla abajo, (la sangre que quedó en el suelo sirvió para atestiguarlo). La abrió con mando a distancia desde la enfermería que está justo al lado opuesto, es un espacio tan enorme que ni el lobo habría conseguido tumbar la endeble casita de paja del primer cerdito. Desde el callejón, antes de entrar a la enfermería mandó besos a la afición como el que se marcha de vacaciones y se despide hasta el verano que viene, sin más, que les vaya a ustedes muy bien y cuídense del invierno. Un torero es aquel que entra en un quirófano con la parsimonia del que mira unos cuadros en El Prado, (no dejemos que lo urgente pueda con lo importante). Al doctor García Padrós le tocó hacer faena con el diestro de Galapagar que seguro tenía el pulso como el compás de un viejo camión de los que transitan por La Habana. Sin novedad, apenas son las marcas por bailar un rato con la muerte.
De los veinticuatro mil que llenaban Las Ventas poco más de un puñado sabían de toros, el resto iba de domingo a disfrutar con el miedo ajeno. A todos se los ganó porque Tomás hace faena doble: para la tauromaquia y para la ?espectaromaquia?, (forma de transmitir emoción a los espectadores del tendido). Ayer no hubo sombra porque todos los asientos fueron de Sol.
?Tragedia? es la palabra que le dije al maestro Javier Villán el pasado viernes en ?El Mundo en Portada?, y me respondió que sería posible que la viéramos. Creo que los dos coincidíamos en que José Tomás quería batir su propio récord del mundo y no pasar desapercibido, cueste lo que haya que pagar. Y pagado está con creces y con puntos de sutura. Hasta lo más hondo de sus llagas se colaron los gritos de torero.
Para evitar la cornada de la fama lo mejor es salir huyendo al sur, a Estepona donde nadie le agobia cuando pasea en pantalón corto. Será timidez, o será una manera de entender la vida, pero no hay en él un gramo de vanidad y lujo. Sean los demás los que interpreten sus brindis como gestos de republicano, o sus monosílabos como la manera de hablar para adentro. Sus silencios son interpretados como una corriente de opinión, ahí es nada.
En las dehesas de toros bravos se ha corrido la voz de José Tomás el invencible. Las vacas temen por sus hijos. Este Tomás es extraordinario.
Compartir: