Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Por culpa de Villa y Torres el personal tiene una carraspera patriótica que no iba a coger por otra parte que no fuera por el virus del fútbol, (los debates ZP/Rajoy no hacen público, no apetece sentarse a verlos con unas pipas y la bandera). En cambio el fútbol nos ha metido de lleno en el verano y eso favorece a que las voces salgan mejor por las ventanas abiertas. Las TDT, deberían ser una disposición transitoria en caso de reformar la Constitución puesto que gracias a la nitidez de esas imágenes cada salón es un estadio. Y ya que se ve con tal realismo, lo suyo es gritar como si nos oyeran los rivales, (ayer más de un sueco se marchó con pitidos en el tímpano). De ahí la afonía de salón que de toda la vida se ha curado con una copa de anís, pero ahora que nos llaman ?la marea roja? igual nos tenemos que pasar al vodka.
Esta selección es de mucho griterío porque desespera. La estatua del almirante ha dejado de señalar al frente para taparse las orejas con las dos manos, Colón está asustado con el botellón patriótico que se forma a sus pies. Y, las imágenes que nos llegan de Europa nos muestran a jóvenes con la ?rojilla?, son los de la beca Erasmus que ha tomado la dimensión que debía, la de Beca ?Orgasmus?, (ahora sí: a por ellos y a por ellas). Todo lo que se grita va acompañado de una liberación de feromonas, el fútbol favorece el ?hormoneo? adolescente. Pero el equipo de Luís Aragonés es incapaz de estar a la altura de los gritos, hay un desnivel entre lo que se espera de la selección y los resultados que ésta ofrece. Gritamos como campeones pero del empate nos tiene que salvar la caridad, esa señora que ayer trabajó en Suiza a favor de España como si fuera una asistenta por horas que tiene prisa por hacer las camas.
Los expertos en motor dirían que a España no le funciona ?el par?, la relación entre el empuje y el resultado es raquítica. Un flamenco explicaría que la culpa la tenemos nosotros por aceptar como rivales a unos tíos que van de amarillo. No hay emoción: Luís se empana viendo como el reloj marca las horas pero España no consigue romper la red. Nos habíamos acostumbrado a marcar cuatro pero no somos del todo holandeses. Ni con un chupa-chups en la boca nos parecemos a los nietos de Cruiff. Entonces ganamos pero pasándolo mal, como si jugáramos con las botas dos números más pequeñas. Un largo penar que llenará las salas de cardiología, (esto no hay válvula que lo resista). Ganamos, si, pero qué fue de todo lo que habíamos gritado, todo lo que habíamos rabiado; las risas y los cánticos para llegar a una victoria tan agónica como caprichosa. Ganamos con la angustia que nos es propia y la improvisación que nos define. Es decir: era esto.
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Etiquetas: deportes opinión, el mundo