Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
En la sede del PP viven su particular jornada rociera. En cuanto Rajoy se da la vuelta, los demás intentan saltar la valla tal y como hacen en la pequeña aldea de Almonte, en Huelva. Parte es por tradición y parte por querencia al rito. Este año los que asaltan a la ?sin pecado? son más que en otras ocasiones; la verja que separa al dogma del PP de sus militantes críticos está más poblada que un cable de la luz en tarde de golondrinas, (pero todo cable lleva alta tensión y puede acabar chamuscando a las golondrinas hasta provocar un hedor a pajarito frito. Todo depende del grado de enfado que tenga Rajoy).
Al líder del PP se le atragantan los lunes. La semana pasada le dio el desayuno Ángel Acebes y este lunes San Gil ha decidido romper peras con una línea ideológica que no comparte. Lo de menos son las críticas internas del partido, lo de más es la imagen de volantazo y tentetieso que ofrece el principal partido de la oposición, privado de cualquier capacidad de maniobra y de labor de contrapeso del poder.
Rajoy vive en un pasmo y en una fantasmagoría de la que saldrá cuando la realidad le grite más alto, (más claro no puede ser). Y, mientras, la militancia se le subleva y los altos cargos le cuestionan. Aguirre, otra vez.
Empezó siendo gotera pero esta raja en el techo y esa forma de caer agua no parecen nada bueno. Este monumental ruido parte, curiosamente, de los silencios de Rajoy.
La romería se ha cobrado tantos descalabrados que habrá que cambiar el formato: los que quieran tocar a la ?sin pecado?, que pidan turno y se les atenderá. De otra forma no se sostiene este acoso popular, romero y tan cargado de fe.
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