El pillaje es un negocio rentable

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Decía Groucho Marx: ?disculpen que les llame señores, pero es que todavía no les conozco?. Aplicado al secuestro del atunero español podríamos decir que el camino más corto entre dos puntos ha sido el cheque postal. A los secuestradores del ?Playa de Bakio? no les amparaba una carga ideológica sólida, ni unos deseos por reivindicar causa justa que redundara en beneficio de la humanidad. Todo lo contrario: los secuestradores son unos hijos de ?Drake? y como tales pidieron precio a la liberación del barco, y en la medida en la que sabían que la atención pública internacional estaba pendiente de ellos, el precio se incrementaba. Hay un mercado oscuro donde las malas noticias mueven el dinero a mayor velocidad que la Bolsa de Tokio. El infortunio cotiza al alza, mucho más que el petróleo. No estamos ante señores sino ante rufianes de faca en el bolsillo y con barba de treinta años y un día. En el mar también hay peligros, que se lo digan a los franceses que tuvieron que lidiar con una ?delegación? de estos macarras que flotan.
Añádanse a nuestra novela de espionaje la presencia del embajador de España en Kenia, (desplazado a la zona), cuatro geos, una fragata, veinte tiradores de elite y un avión espía. Queda claro que la diplomacia española movilizó todos los elementos de los que disponía, pero nos podemos preguntar si serán suficientes para lograr un final feliz. Por parte de los ?malos? había un catálogo de despropósitos que nos devuelve a la época del capitán ?Khan?, el espía vietnamita que contrató Paesa. Veamos: los piratas alejaron el barco de la costa porque temían, a su vez, que unos islamistas radicales les secuestraran, el barco que no es de pequeño tamaño estaba ilocalizable en un mar infestado de ladrones, y el nombre del ministro de Seguridad de Puntlandia invitaba a la desconfianza, (onomatopeya al margen este sujeto se llama Said Samatar, un nombre como para no comprarle un coche de segunda mano).
Creer que no se ha pagado a los secuestradores del atunero es casi como pensar que haya reventa en la Ópera de Puntlandia, (en el caso de que exista). Aquí hay que ver cuánto y cómo. Cuánto querían los piratas, y en ese concepto no descartemos una pequeña comisión para alguna autoridad local, y cómo hemos hecho efectivo el pago. Nos quedaba la opción cinematográfica de marcar los billetes con una tinta indeleble que señale sus dedos para siempre. Una vez regresados los marineros españoles a puerto seguro, se debe perseguir a los secuestradores hasta el último rincón de los mares. Y a Samatar, también, para que nadie se vaya de rositas.
En la liberación repentina no parece que haya un acto de contrición de los piratas, ni tampoco su temor a que el Gobierno reeditara un ?Perejil II?, así que es posible que al alba y con fuerte viento de levante les llegara el cheque con la cantidad solicitada, (asunto que no ha aclaro De la Vega). Esa es la única ?diplomacia? que es estila por esos mares donde no han leído a Metternich. Ahora, que el avión espía y la fragata persiga a los que huyen con el botín para que no tomen a los barcos españoles como cajeros automáticos con timón y hélice. Esos bucaneros saben leer perfectamente el morse de las cañoneras, es lo único que les hace entrar en razón porque es su mismo idioma.

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