Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Las borrascas son como los trucos de los magos: sabemos que existen pero nunca por dónde pueden aparecer. La de esta semana santa llegó por el sur con aire de venganza atlántica y apagando todas las velas de las cofradías que encontraba a su paso, (será que no hay pasión sin viento). Una borrasca que llamaba la atención de aquellos que habían osado adelantar la primavera y dejar la bufanda en casa. El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, había amenazado con querellarse contra el hombre del tiempo porque le asustaba al turismo con malas predicciones. Revilla está contra el terror de las isobaras porque cree que las borrascas las sacan los meteorólogos como los magos hacen con las palomas, (toda política tiene algo de magia potagia). Hay gobernantes que piensan que pueden detener el sol con un dedo, como si el cambio climático atendiera a bandos y decretos.
Los vientos helados de la semana santa no sólo apagaron las velas de los penitentes sino que se colaron en la sierra de Francia para asustar a las cerezas. También la emprendieron con los insectos: la avanzadilla de las mariposas de marzo sucumbieron igual que las tropas de Napoleón a las puertas de Moscú. Estamos en primavera pero el campo no se ha quitado el catarro de las noches largas. La temporada de cerezas se retrasa y en el frío de las hojas se condensan meses de invierno seco.
Las cerezas están caras, algo que no supo ver Manuel Pizarro cuando era la gran esperanza blanca del PP. En aquellos días previos a las elecciones, (y que tan lejanos parecen ya), Pizarro se fue a un mercado a comprar cerezas en un gesto tan inoportuno como fuera de temporada. Las frutas, como los votos, hay que saber recogerlos a tiempo, fuera de su plazo no tienen sentido.
Cuando pase la borrasca llegarán los días largos y la luz de la primavera, entonces volverán las cerezas a poner un sabor dulce en la mesa. Dicen que de Estados Unidos viene una borrasca económica que se dará al traste con frutos y frutas. Alan Greenspan vaticina que será peor que la recesión provocada por la II Guerra Mundial; quizá exagera pero este hombre es un gurú de la economía.
Zapatero es poco cofrade y se ha recluido en Doñana para darle vueltas al cuaderno de los ministros, está en periodo de reflexión consigo mismo que es otra manera de meditar en el desierto. De los grandes silencios surgen buenas ideas. Hay ministros que se pueden quedar tan congelados como las cerezas de la sierra de Francia porque no esperaban un cambio tan inesperado y radical del tiempo.
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Etiquetas: la gaceta de salamanca, opinion