Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
No sé cómo nos las organizamos pero con la primera luna llena, (o luna-hiena) de primavera nos convertimos otra vez en el perfecto país de pasiones vivientes. Quién más y quién menos ha sido monaguillo, penitente, centurión o plañidera. Un tambor, un cura, un bote con incienso y regresamos al país de Machado con ganas de subir a la cruz. Proust encontró la esencia de lo francés al mojar la magdalena y Serrat le puso música al otro himno nacional español que es ?La Saeta?, cuya melodía aprenden a tocar los niños en primero de flauta.
El calvario de Jesús donde mejor se representa es en España, por ahí fuera no tienen ni idea, en Filipinas por ejemplo se crucifican de verdad los muy brutos; no saben que la pasión a la española es sufrir un ratito para luego tomarse unas cañas. Aquí tenemos ?empalaos?, cierto, pero que luego desayunan juntos unas migas; aquí es donde hay damas enlutadas en la procesión pero con todo el morbo de los encajes que invitan a resucitar de inmediato: aquí penitentes y nazarenos pero con unas adidas porque lo del silicio se lleva menos, (son producto de sex-shop). La clave de la antropología nacional del sufrimiento reside en la séptima vértebra que es donde los costaleros hacen caer el peso que llevan encima; es un dolor insoportable al cabo de unas horas pero ?llevadero? y no mortal de necesidad. Hay que releer más los libros de Jose Antonio Jáuregui para conocer nuestra pasión, la de un pueblo que ha apostado por la vida incluso cuando representa a los cristos ensangrentados y que no renuncia a tomar un plato de jamón al paso de un ?ecce homo?. Pueblo que vacía las iglesias los domingos pero que puede atascar capitales como Sevilla, Zamora, Málaga o Valladolid al aparecer el primer capirote con la cruz de guía. Es decir que de creencias religiosas vamos cortos pero de celebraciones populares estamos faltos, por eso se mezclan argumentos contradictorios bajo una misma cofradía, algunas portan símbolos del régimen de Franco pero los tienen asumidos como cosa propia. Sabia nación la que para superar sus contradicciones las asume y santas pascuas.
El espectáculo de la Semana Santa está en la calle. En elmundo.es han confeccionado un catálogo de cien escapadas para huir de España en estos días, hay ofertas suculentas que entran en los ojos, pero ni la laponia finlandesa ni el safari en Kenia pueden superar una tarde de procesión. Sírvase el espectador a presenciar un auto sacramental a lo Calderón y verá cómo en unos metros convive el vendedor ambulante con el capillita, el de la cámara con el trípode, el tonto de capirote, una mariquita sentida, un chulazo de gomina, dos curas, dos guardias civiles y cien velas. Y unos ?pecho-lata? con casco de romano y gafas que ocultan una mirada imperial de astigmatismo con penacho.
Compartir: