Novela negra con muertos de verdad

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

La delegada del Gobierno compara estadísticas y el SAMUR cuenta paquetes de vendas; si para Maria Soledad Mestre estamos en un momento de delincuencia contenida quizá no piensen lo mismo los médicos de urgencias que atienden orificios de bala. Madrid es un Bronx con aspiraciones olímpicas donde las pistolas cruzan las madrugadas con hambre en el gatillo, donde los matones buscan espaldas para practicar el tiro al blanco y luego darse de najas antes de que lleguen atolondradas sirenas.
Nunca ha salido tan rentable ser delincuente, un oficio que va a más y que tiene colocación inmediata después de un breve cursillo de manejo de armas cortas. Entre ?aluniceros?, matarifes a sueldo, quebrantahuesos de discoteca y pega palizas a domicilio, hay una floreciente economía del crimen. A este paso les tendrán que poner un carril propio en la A-6 para que no atasquen las salidas de la capital. Madrid nunca fue un cuento pero tampoco se merece ser novela negra; esta delincuencia armada llena las neveras del Anatómico Forense, a los bedeles les faltan gomas para atar el nombre del muerto en el dedo gordo del pie.
Para contar el crimen falta tinta negra y sobran ejemplos en todos los barrios, pero la autoridad pertinente no se cosca, prefiere pensar que en tiempos de Viriato estábamos peor. Y así, mientras usted desayuna café con sueño, otros más despabilados planean a su próxima víctima. En las cloacas de la ciudad un ejército de piratas armados masculla sus propósitos más infames sobre un tapete grasiento. Ni Tarantino se atrevería con este argumento por estar demasiado cargado de sangre. Un magullado Jose Luís Moreno es la versión mediática de aquello de ?vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, porque Dios va con los malos cuando son más que los buenos?. Podemos pensar que hasta la niebla es un efecto especial que han creado los delincuentes para trabajar en su salsa.

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