Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
De vez en cuando se conjuran las estrellas y el firmamento se llena de cuerpos extraños tirando a macabros. Algo parecido debió ocurrir este fin de semana en Madrid para que tanto ?loquito? se diera cita: pro franquistas, pro falangistas, pro fachas en general y hasta un palmero del Ku Klus Klan que vino a dar una conferencia. Sólo faltó una concentración de friquis con su espada láser y otra de imitadores de Elvis lanzándose en paracaídas sobre el templo de Debod. Madrid también es eso.
La adecuada intervención de la policía evitó que los enajenados de su verdad se enzarzaran en broncas callejeras. La delegada del Gobierno manejó con acierto los hilos policiales para cortar cualquier conato de bravuconada, pero la imagen de la ciudad se resiente cada vez que estos fachines ocupan la calle. Y no es que Franco haya vuelto, (lo cuál sería un milagro), sino que los nostálgicos no se han ido y sueñan con montañas nevadas que son un imposible del cambio climático. A estas alturas del calendario el personal está más por las peladillas que por los pelayos; agnosticismo navideño se llama. Da cierta pereza mental ver como jóvenes que ni siquiera conocieron a Adolfo Suárez echen en falta un estado nacional católico junto a unos vejestorios a los que sólo les queda inhiesto el brazo. De puro facha su vida es un fascículo, (del ?Cuéntame? de los episodios de Francisco Franco). Todos bajo el palio de la tradición del águila de cabeza clonada que afortunadamente también palmó aquel 20-N de 1975.
Ese parque temático de la nostalgia tiene una catedral que es el Valle de los Caídos y que se construyó para durar mil años pero no hay imperio que dure tanto. Así que llegará el día en el que la momia de Franco se exhiba en la Nacional Gallery junto a otras piezas de egiptología mediterránea y frutos secos. Eso es más ley de vida que ley de muerte. La normativa de la Memoria Histórica devolverá Cuelgamuros a un uso más civilizado y común, para que por las escaleras un día diseñadas para el ego del Régimen suba la gente corriente. Todo lo que se pueda restar a lo solemne es una liberación.
Afortunadamente se dan cita una vez al año, el resto de los meses lo pasan ocupados en sus asuntos de laboratorio de las ideas rapadas. Son peligrosos, embisten y se manejan por los pasillos del suburbano. La policía los tiene localizados, pero no controlados. Una vez al año cantan el Cara al Sol por un carril que les abren los municipales y por el que pueden transitar todos los nostálgicos, guacamayos y especies exóticas del zoo urbano. La parada de los monstruos goza de buena salud, esa gente sin complejos cuya memoria da saltos en blanco y negro igual que un documental del NODO.
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