Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Las cárceles españolas esperan la llegada masiva de los alumnos aventajados de El Vaquilla. Con la ley en la mano la mitad de los madrileños ha amanecido hoy «color presunto», (¡si es que van como locos!). Si usted piensa comprarse un vehículo, con muchos caballos, en el concesionario le harán la ficha «pantojil»: una foto perfil izquierdo, otra el derecho y la última de frente sosteniendo la matrícula de su coche entre las manos. Será un trámite más de la documentación que habrá que cumplir por si llegado el caso nos entrullan por la vía de urgencia. El efecto proporcional del exceso de velocidad llevará a miles de conductores a la cárcel; usted se creía muy listo pero el radar de Costa Rica le puede poner un pijama de rayas durante una temporada. Pero si el legislador cree que el madrileño va a dejar de pisar a tope en La Castellana porque la sanción amenace, va listo.
Tres semáforos en verde seguidos, y sin atasco, dan al personal una alegría morbosa, una crisis parecida a la del delantero que encara la puerta vacía. Es de esperar que el madrileño se jugará la multa antes que renunciar a su potencia. Antes que abjurar de su poderío estarían dispuestos a ser azotados en la Plaza Mayor por un moderno Tribunal del Santo Oficio presidido por Pere Navarro en el papel de nieto predilecto de Torquemada. En esta ocasión no encenderían la pira por no llevarle la contraria a Al Gore y estropear la capa de ozono, bastaría con meter a los conductores en un microondas gigante y esperar el aullido final previo a la desintegración molecular. Las cárceles van a estar de lo más animado, junto a los malayos, los de Gescartera, Conde, de la Rosa, Colón de Carvajal, batasunos, «solitarios», etc… ¡los caídos por el radar de Costa Rica!, buena parte de ellos honestos padres de familia que llevaban a sus hijos al colegio. La profesora va a alucinar cuando se le llene la mesa de notas en las que se detalla que el niño llega tarde porque su padre, o madre, están en Alcalá Meco por ir a 110 kilómetros por hora.
Pero cuando se hace una ley es para cumplirla y todavía podemos esperar que los niños sean ingresados en un centro penitenciario infantil por ser encubridores del delito. Puestos a buscar delincuentes no escatimemos recursos. Gracias a esta medida, la circulación de Madrid que ya era lenta, ahora se volverá pastosa y del todo acojonada. Con estas normas no habría hecho falta esperar a que Al Capone no pagara sus impuestos, se le deja subir al coche y se le persigue con un radar móvil hasta que caiga en una trampa. Quién le iba a decir a usted, querido amigo, que el freno además de detener la marcha de su vehículo le iba a librar de la cárcel. Avisados están: un despiste les puede convertir en compañeros de mus de De Juana. Un planazo al que convida la DGT.
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