Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Nota previa.- (Esta mañana fui a por el pan y me dijo el dueño de la tienda que había subido el precio de los cereales. «Los Umbral no os enteráis. ¡Claro, como vais de poetas! Anda, chaval, dilo en casa». Mi panadero cree que todos los que firmamos en esta página somos de la familia Umbral, una sinécdoque que tanto gustaría a nuestro difunto pater familiae).
Desarrollo.- Fatal, me parece fatal que el Gobierno contraprograme con cien medidas económicas los cien días de oro del columnista que se viven en esta página. Cien medidas de choque para callar la voz de los cien (mil) hijos de Umbral, tantos que podríamos cantar el Gordo de Navidad en pantalón corto en razón a nuestra calidad de huérfanos de la prosa. Reducirnos a cifras es como reducirnos a cenizas, toda la oferta económica está muy bien pero para cuándo la oferta en ilusión. A Gramsci se le hubieran picado las muelas al ver que prima el ladrillo por encima de la ideología. Es verdad que las matemáticas son ciencia exacta pero lo que llena un pabellón es la incertidumbre de Gasol cuando se ata el balón a la muñeca; el número pi siempre fue un redicho insoportable. Seamos sinceros: nos pierden las ecuaciones de la carne y los pretéritos imperfectos, dejémonos de leches que también han subido de precio. Escribió Antonio Espina, uno de los grandes en la tertulia del Pombo: «Pensamientos que declaro/ en el bazar tragicómico:/ ¡oh!/ qué triste es lo económico,/ ¡ah! y/ qué hermoso es lo caro».
Para conseguir que el personal no empiece la lectura por la última página de EL MUNDO, la ministra Chacón se vistió de blanco Moncloa y posó de novia de las urnas junto a un Zapatero crupier que jalea las apuestas. Al Gobierno sólo le falta invocar al maestro Vito Corleone y añadir que va a ser una oferta de las que no se pueden rechazar. Todo cheque es voto; por lo tanto hay voto-bebé, voto-diente, voto-alquiler, voto-venta. Es tal el zumbido de la maquinaria de la tómbola que los ministros se alternan para darle ritmo a la pianola, uno sólo no podría, caería exhausto a los pies de sus ofertas. A Solbes le dan unos disgustos horrorosos, y eso que es el único que ve que el rey va desnudo pero la clarividencia jode. Si la bola de cristal indica que el futuro está turbio lo mejor es cambiar de bola, nunca dejes que la realidad te estropee una buena propuesta electoral. A Solbes le llaman Sol-flex porque cuando habla en el Congreso los deja mansos, una capacidad adquirida tras años de ser el contable de Hamelín.
Keynes estaría feliz al escuchar cómo en la barra del bar se habla de economía, de tipos de interés, de balances, de fondos de inversión y del Ibex 35. Así que lo que pueda añadir un columnista es poco más que un comentario marginal, una prescindible nota de color en general incómoda para el poder. Ante la fuerza de la economía el pensamiento poético es un polaco a caballo contra un tanque. Somos poco más que malabaristas de semáforo que actúan cuando el tráfico se detiene.
Recordatorio.- Para mi hermano de columna que mañana baje a comprar el pan… son 10 céntimos más la barra. De nada.
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