Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
La guerra de las banderas ha tenido un nuevo capítulo cuando los diputados nacionalistas en el Congreso han hecho de hombre mástil. Es una batalla cien por cien algodón y ese material ya se sabe que no engaña.
Cada diputado nacionalista lleva debajo de la corbata una camiseta con la selección de su patria chica y se abren los botones para que se vea el ?amo a Laura? en versión patriótica. Una vez que hemos superado la ideología, o más bien la hemos asesinado por la espalda, nos queda discutir sobre los colores. Es un asunto que vende, que se lo digan a Beckham que ganó tanto en camisetas como para tener un bono-mechas de por vida y una casa con piscina en la que flotar su vacuidad de icono pelotero.
Aquí lo tiene complicado el PP porque para defender la camiseta de Manolo el del Bombo van a tener que distribuir algo más que banderitas de muñequera de reloj, y si un hombre un voto, un hombre una prenda textil. Alfonso Guerra habría dicho algo de los descamisados que es una forma de objeción civil de la ciudadanía que no está por afiliarse a ninguna nacionalidad deportiva.
El fútbol es triste: industrial y cateto. Todavía es sospechoso que alguien no siga los encuentros de la selección de Luis Aragonés que son un coñazo en colorines. Mola más la camiseta de los de Pepu porque es de tirantes, y en la tensión se desenvuelve el español como pez en agua caliente.
El problema no es tanto lo que se pongan en el Congreso sino lo que se quiten en sus cabezas. Sobra ira y falta juego limpio. Por lo demás, que gane el mejor.
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Etiquetas: el boletín, opinion