Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Cree que los padres de Madeleine son culpables? NO
Hasta que no se demuestre lo contrario, los McCann son una gente encantadora, algo distante, pero encantadora. Formalmente, son unos padres de familia que desde hace cuatro meses han metido a unas cámaras en el salón de casa para que les graben, una situación que desesperaría al más pintado, pero ni un mal gesto.
Todos los argumentos que se vierten en su contra pudieran ser aplicados a su favor; decía Sun Tsu que en la debilidad de tu enemigo nace tu fortaleza, y ese enemigo es tan endeble como la sensibilidad de un pelotón de fusilamiento. A Kate McCann, una pandilla de bienpensantes y de tertulianos mediáticos la han lapidado, eso sí, con notable elegancia que está muy feo mancharse las manos de sangre (las piedras se tiran desde lejos). A Kate McCann se le ha construido una sombra de duda que es más extensa que una mancha de chapapote en un mar cristalino. Los hay que ven en ella la mano que sujetaba el puñal en Psicosis, un cruce entre la familia de Norman Bates y la de Rasputin, una más en la baraja de delincuentes peligrosos, la ayudante de laboratorio de Alí el Químico. Lo peor.
En esta ocasión, el cadalso lo han construido los medios de comunicación que han radiado, con exactitud morbosa, los pasos de la familia. Y todo con el detalle de un partido de baloncesto: porcentajes de acierto, los fallos, las faltas intencionadas y los cambios en la defensa. Los McCann han caído dentro de la casa de Gran Hermano sin haber pasado por el casting, directamente los hemos elegido. Y no hay nada más confortable para el personal que encontrar a un culpable.
Todo lo que se pueda decir, en especial los argumentos lacerantes en contra de Kate McCann (Gerry se libra porque es un chico), no son más que opiniones de comadre. Ella ya era una rubia de las que salían en L.A. Confidential antes de viajar a Portugal de vacaciones; no hay más que ver una foto suya en blanco y negro, su peluquero podrá decir desde cuándo lleva ese corte de pelo. La recta final del caso parece que anima a los que pertenecen al club de los «si yo… ya lo sabía», ¿pero qué pasa si la justicia nunca pudiera demostrar la presunta culpabilidad de los McCann? Bien podría argumentar su abogado defensor que si esto es la presunción de inocencia que les cuelguen por los pulgares cuando quieran. Ni siquiera a los asesinos condenados a cadena perpetua se les ha volcado encima tanta bilis.
Hasta este minuto del partido, los McCann lo que han hecho es un largo anuncio para buscar a su hija. Subrayemos: hasta el momento. Luego ya veremos qué dice la Justicia, de seguir con esta presión mediática, hasta la hoguera sería una liberación. Quizá haya un exceso de redobles de tambor en la plaza. Que esperen.
NO
Rafael Martínez-Simancas es periodista y presentador del programa
El Mundo en Portada
, en Veo Televisión. Su último libro publicado es
El tiempo y la memoria
, escrito junto a Julio Anguita.
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