Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Pues no sabíamos que el consejero de Deportes, Alberto López Viejo, también fuera «guardaespaldas de Aznar». Tan aventurada descripción viene en las memorias de Pipi, (perfecta onomatopeya para un amante), Estrada, una biografía ilustrada con álbum de fotos a todo color que publica «Interviú». Con permiso de los intentos de Gallardón por sacar la cabeza por encima de la tapia de agosto, las memorias de Estrada han sido el culebrón del verano, y con la presencia de López Viejo se enriquecen aún más. Según Pipi, el ahora consejero de Deportes tenía una gran amistad con Terelu, y en cierta ocasión amenazó con llamar a su amigo López Viejo para que le «sacara de allí a bofetadas», (sic). El «allí» era el hogar marital y las tortas se supone que iban a dar a la cara de Pipi que anduvo ágil de reflejos y se libró. El caso es que Terelu, o Pipi, o el momento de calentón que sufrió el autor durante la redacción de la biografía, ha confundido nombres, cargos y habilidades. No sabemos si López Viejo es cinturón negro, o domina el arte de la escoba tras su paso como responsable de Limpieza Urbana del Ayuntamiento de Madrid, lo cierto es que nunca fue guardaespaldas de Aznar quizá porque no era tan bajito. Y tampoco consta que tuviera una empresa de mamporros a domicilio, u otra de cazafantasmas, que tan bien le hubiera venido al locuaz Estrada.
Descartada la presencia del consejero entre los hombres de negro que acompañaban al entonces presidente del Gobierno, nos quedamos con un dato que parece cierto: la amistad entre el consejero y Terelu. Para saber hasta dónde llegó y cuán profunda quedó grabada, deberíamos ver el hombro de López Viejo para comprobar que no lleve I Love Terelu tatuado en un hombro, costumbre que es habitual entre las señoras que dejan huella. Por lo tanto urge pregunta parlamentaria acerca de si hubo amistad, más que amistad o hasta donde corrió la tinta (del tatuaje). Y lo que es mejor, y aquí aparece la gran duda del verano: ¿Sabrá López Viejo, de primera mano, las habilidades amatorias de Pipi Estrada?, ¿Será la persona que conozca si en realidad fueron «nueve» las descargas pasionales que hubo en aquella pareja en los días de furia horizontal española? Nueve polvos no se pueden ocultar a un amigo, es más, después de esa actividad sexual hay que dar una rueda de prensa para explicar los detalles.
Y en el hipotético caso de que hubieran alcanzado esa meta, ¿tendrá el consejero pensado una medalla con la que premiar a la pareja? Ahora que buscamos un Madrid de espíritu olímpico hemos encontrado a unas personas que baten récords en la intimidad, que son comidilla y envidia regional. Es posible que Madrid olvide a sus héroes pero no puede pasar por alto a los que llegaron al noveno, (cuando lo habitual es que la gente no pase del segundo piso, en la 13 Rue del Desenfrene).
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