Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
El se hubiera redactado un obituario mejor que nadie: con estilo, con citas, lleno de anécdotas y fundamentalmente cachondo. Si en este oficio se aplicaran las estadísticas de la NBA, Umbral habría sido el jugador más regular, el que es capaz de sacar de la muñeca una frase que nadie espera y dejarte con la boca abierta. Sólo los elegidos pueden trabajar la columna diaria con honestidad y encima con sorpresa. Era, al mismo tiempo, obrero de las letras y artista de las mismas; escribía a los 70 con la insolencia de cuando llegó de Valladolid a beberse Madrid. Todos los que hemos venido de fuera hemos querido ser Umbral, aquel escritor de periódicos que asombraba con su enorme capacidad de contar la vida con sólo bajar a comprar el pan.
Un día Carmen Rigalt me contó que, asombrada por su capacidad sin límite, le había dicho «Paco escribes como meas», así a modo de homenaje hídrico, (la metáfora rigalina no le hizo gracia, porque semejante hallazgo se le tenía que haber ocurrido a él, que era el equilibrista de las definiciones). Pero es que además clavaba los adjetivos como el lanzador de cuchillos del circo, sorprendía con una línea como el mejor mago del mundo, y usaba exuberancia tropical, (que viene de tropo). Antes de que existiera Google, el gran buscador de internet, Umbral se había tomado el trabajo de ingerir las obras completas del 27; las tenía clasificadas como el entomólogo guarda en vitrinas a sus mariposas. Pero un autor sin su circunstancia es un muñeco de cera, por eso se preocupó en explorar en sus biografías hasta redactar catálogos imprescindibles de los escritores del siglo XX. Citaba a Ruano, a Ridruejo y a Lorca con la facilidad que recreaba una anécdota de misses. Y todo en un mundo propio donde convivían las siglas con los sustantivos.
Que me disculpen la osadía pero creó un estilo contagioso, se convirtió en una marca blanca de sí mismo. Y así como en Umbral había mucho de Quevedo, Umbral en la música es Joaquín Sabina, Umbral en la crónica canalla es Angel Antonio Herrera, Umbral en la tribuna del Congreso es Raúl del Pozo. Y vaya usted a saber si Umbral en los ruedos es José Tomás. Por lo tanto su energía literaria ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
En el lenguaje taurino fue el columnista que se pasó la actualidad más cerca de la taleguilla sin mover los pies del suelo, (ETA, Gal, fondos reservados, choriceo malayo, y restos de serie que componen el PIB de la caverna nacional). Ya me hubiera gustado contar con él para que viniera a El Mundo en Portada, programa de televisión que cada noche hacemos en Veo TV, pero era mucho para ser un tertuliano. Sería como discutir de teología con San Agustín.
Va a ser difícil echarle de menos porque el legado en libros y en columnas publicadas en EL MUNDO, es impresionante. Sin él no se entiende Madrid; ya sé que su última voluntad es ser polvo, (de nuevo Quevedo), pero si tuvieran un par lo deberían enterrar en la cripta del Café Gijón, para que pudiera disfrutar de las piernas de las gachises que bajaran a verlo.
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