Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
A falta de canción del verano, (gracias a Dios), tenemos el baile del topillo. El vídeo lo han grabado en Villalar de los Comuneros, en Valladolid, y en él se puede ver al alcalde y resto de la corporación municipal zapateando el suelo con furia.
Como suele ocurrir con los grandes inventos, el baile del topillo es producto de la casualidad. Se habían gastado una pasta en un tractor, el arado sacatopillos, pero el invento resultó inútil. El topillo se escapaba igual que el Correcaminos huye del Coyote. Entonces el alcalde decidió perseguir a los que se fugaban a campo abierto, lo mismo que haría un seminarista con un ratón rebelde entre los muebles de la sacristía.
Cuando un problema no se puede atajar en condiciones lo más recomendable es darle unas cuantas patadas. ¿Qué es lo primero que hace todo el mundo cuando se le para el coche y antes de llamar a la grúa? Pues darle una patada a la rueda y que se joda.
Igual el baile del topillo le ha dado una idea a la ministra de Fomento: que no funcionan los trenes de cercanías… ¡a patadas con las vías del tren!, y ya puestos, a patadas con las centrales eléctricas hasta que vuelva la luz.
No es por malmeter, pero en las caras de los cientos de pasajeros que esperan el tren en Sants es fácil adivinar que son militantes y simpatizantes del Partido Popular, desplazados ex profeso para jorobar el verano de la ministra.
Tómese por topillos contumaces a los que protestan y a los que osan poner en duda el sistema de bienestar, porque no se lo merecen después de todo el esfuerzo invertido. Podría la señora ministra aparecer en El Prat y demostrar a los incívicos viajeros que aguardan cola lo que les ocurre a los topillos que estorban: podría ser una escena bíblica, como aquella otra expulsión de los mercaderes del templo.
Cuando uno pone los medios -es decir la máquina sacatopillos- pone también la voluntad, el trabajo y la firmeza, pero no consigue los resultados esperados, se acaba la crisis de las infraestructuras con el baile del topillo.
Por otra parte, es la mejor forma de soltar la adrenalina acumulada durante una tensa comparecencia parlamentaria. Un zapateado a tiempo libera estrés y mejora los niveles de colesterol en sangre.
El alcalde de Villalar de los Comuneros podría decir lo mismo que la señora Alvarez: «si fueran buenos topillos, no se dedicarían a ser tan catastrofistas». Los buenos topillos se dejan cazar por la apisonadora y no montan semejante lío en mitad de agosto. Todo, desde las vías del AVE hasta la paciencia ministerial, tiene un límite.
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