El planeta de los topillos

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Era Gómez de la Serna el que definía al gato como a un tigre de salón. Los animales que nos rodean pueden ser encantadores compañías o crueles plagas, no es lo mismo tener un hamster en una jaula, (uno de esos que dan vueltas en una noria como las noticias que nunca hacen la digestión), y otra cosa es tener la casa rodeada de topillos. El campo está lleno. Este año la cosecha tiene rabito y bigote, sembramos trigo con sequía y luego vino la lluvia en tropel, hasta que terminaron floreciendo los roedores.
Sin ánimo de señalar el topillo es un animal muy feo, lo cuál no quiere decir que también haya personas que son peores que las plagas, (esos amigos entrañables que te sacan de la siesta sin más explicaciones). Su hermano mayor es el topo y trabaja para el CNI. En Canarias han detenido a uno que espiaba para Moscú y cobraba poco porque las arcas del Kremlin están tiesas, ahora hay telarañas donde antes había oro. El topo es también muy peligroso. Y, ambos, topillo y topo, nos están dando el verano ocasionando notables pérdidas.
Bien es verdad que las reclamaciones son más propias de la ciudad. Si los topillos castellanos hubieran aparecido en las calles de Barcelona ahora se exigiría una fortuna en compensaciones a las compañías eléctricas, pero lo que ocurre en el campo parece que no le pasa a nadie. El hombre se urbanizó en ladrillo y alma para dar la espalda a la tierra y ella le devuelve el abandono en forma de venganza. Contra el topillo sólo caben los recursos naturales que no se entiende en los despachos. Decía Primo de Rivera que al final las guerras las ganan un pelotón de soldados, tal y como recuerda Javier Cercas en ?Soldados de Salamina?, así que al topillo le ganará un puñado de agricultores con sus palas y los métodos de siempre. Tampoco esperen que les condecoren con una medalla.
Lo del topo tiene una solución más difícil porque en el CNI no cuentan con medios, los espías están tan ocupados en escuchar a otros que no tienen orejas para ellos mismos. Pero cuando aparece un topo seguro que hay otros agazapados, trabajan en sociedad como abejas sindicadas.
Algo tenemos que haber hecho mal para que se nos llene el campo y el CNI de topillos y topos. Debe ser cosa del cambio climático, el mismo que llena las playas del mediterráneo de medusas y las vacía de turistas. Por algún lado empieza la hecatombe ecológica. Al Gore diría que la tierra la heredaran los topillos después de que los hombres hayamos llenado los ríos de detergente. En ese caso no sería una plaga lo que padece Castilla y León sino un adelanto. El futuro no es el Planeta de los Simios sino el de los topillos. Hagamos una alianza de animales para tender puentes de diálogo.

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