Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
No hay duda: somos la octava potencia como dice Zapatero, en ningún otro país te garantizan emociones fuertes tan seguidas. En España o sales en la tele cabreado porque tu avión no despega, o eres vecino de un sicópata con peluquín, o de un malayo de los 100.000 a los que ha imputado el juez Torres.
También puedes ser un espía a sueldo de potencias extranjeras, o dibujar una viñeta (de humor) y te queman en la hoguera de los cortesanos. Somos un país a la carta, elija usted su manera de pasar a la historia y luego pulse almohadilla.
Tiene su aquel pensar que ese vecino borde con el que apenas te cruzabas unos gruñidos era el criminal más buscado de la historia reciente (al que mató a Prim todavía lo está buscando Rubalcaba, denle tiempo y aparecerán nuevos datos). Sin embargo a Jiménez Arbe le falta presencia para llegar a categoría de El Lute. Hay que ser Eleuterio Sánchez, y merchero del franquismo, para posar junto a dos picoletos después de que te hayan dado un tsunami de leches y con el brazo en cabestrillo.
El Lute herido tenía la dignidad de Curro Romero cuando llovían almohadillas, era la estampa de la aristocracia del hambre a punta de navaja. A El Solitario le falta autoridad para ser alguien en el crimen; tan sólo por la espantosa decoración de su casa le podía caer la perpetua.Él quería ser Robert de Niro, pero en chándal no es más que un guindilla cogido por los pies. Las primeras lecciones del manual del perfecto mafioso recomiendan buscar un buen sastre para dar bien en las fotos en caso de ser detenido. Con un traje de lana fría hasta Danny de Vito es Arturo Fernández.
La gente corriente es la que hace una sociedad, como el espía doble que en el mes de julio recibía dos pagas extras: la del CNI y la del Kremlin. Hay que ver lo que da de sí el oro de Moscú. Dicen que pasaba reportes sobre la posición de España en Irak, pero es posible que sea una tapadera, estarían más interesados en copiarnos los éxitos del Ministerio de la Vivienda.
Se trataba de un espía al que le faltaba un hervor y haber leído más a Ian Fleming para tomar martini con vodka («shaken, nor stirred»), mezclado, no agitado, pero le cogieron porque pedía tinto de verano.¿Pero de qué le vale a uno ser un reputado espía si luego nadie puede novelar su vida? Un agente chusco cuyo nombre en clave es Berto, Ro-Berto, uno de esos que te obligan a parar a la izquierda porque son del CNI. Para completar el sainete del verano sólo faltaba que Berto hubiera espiado a un político catalán, «¿qué?» diría indignado el jefe del espionaje español. Si, a ese mismo: a Pi-qué.
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