Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
No fue como en el cuadro de Jacques Louis David pero la Casa de Correos se convirtió en la Nôtre Dame de Madrid, Aguirre se proclamaba sucesora de Aguirre en virtud de las urnas y de una amplia mayoría parlamentaria, (que ni los expertos en tarot regional podían sospechar antes del 27-M). La nueva presidenta de la Comunidad coincide en muchas cosas con la anterior aunque le dobla en planes de futuro, y en un sentido liberal de la política aplicado al máximo. Aguirre piensa en lo de aquí y esa ha podido ser la clave de su victoria, no tiene intención de hacer otra carrera política que no sea la del compromiso adquirido con el votante madrileño. Ayer se pudo coronar en la Puerta del Sol a sí misma, como hizo Napoleón aquel 2 de diciembre de 1804 ante el Papa Pío VII, (con el consiguiente mosqueo del Papa que había viajado desde Roma para convertirse en el sacristán del emperador), pero este arranque de legislatura nos deja a una Aguirre más conciliadora y social que nunca. Aunque la tentación de hablar a Dios de tú es mucha cuando te aclaman los mortales y el viento sopla convertido en brisa favorable.
«Pico y pala», fueron sus palabras inmediatamente después de botar en el balcón de Génova: una breve ducha de satisfacción colectiva y pronto a la tarea. No fue ella quién escarbó en el recuento de votos para saber quién tuvo más o quién se ponía a la derecha de Rajoy en la foto más buscada de los últimos meses. Aguirre coronada podría caer en el pecado de la victoria completa, mucho más cuando se encuentra con una oposición desarbolada y sin rumbo; no es tanto que el enemigo haya perdido la batalla sino que ha renunciado a situar sus tropas en el campo dejando la insólita imagen de un ejército convertido en filas de campesinos que dan la espalda a la realidad. Pero eso no quiere decir que vaya a ser así todo el tiempo, Aguirre debe saber que hay vida inteligente más allá del liberalismo y que la izquierda va a intentar recuperar el terreno perdido, e incluso conquistar aquello que ahora le resulta imposible, es su trabajo. Quizá por eso la presidenta ha puesto el acento en materias sociales, de ahí la creación de la Consejería de la Vivienda, (recordemos lo que en su día miembros del PP criticaron el Ministerio de la Vivienda por considerarlo una herencia pestilente del franquismo más rancio).
Lo mejor de su investidura fueron las palabras emocionadas al recordar a su familia, mientras más se adentre en el compromiso político más los irá dejando atrás, les pasa a los alpinistas solitarios y a los monjes del Tíbet. Pero en política todo lo que no sea emoción no sirve. Hay victorias que se vuelven un nudo en la garganta y tardes de despacho que gustosamente se cambiarían por un banco en un parque, unas pipas y el placer de que no suene el móvil. Aquello de la melancolía que según María Zambrano era la manera de tener no teniendo.
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