‘No me tocaron porque salí corriendo’

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

RETRATO
Origen. Madrid, 1983. Currículo. Antes de acabar COU empezó a trabajar en diversos oficios: «Hice de todo: repartidor a domicilio, reponedor, empleado de grandes almacenes…». Su vocación arbitral surge como un efecto secundario a llevar la contraria en su casa, a él le gustaba el deporte y «a mi madre, que es muy futbolera, no le hacía gracia tener un hijo árbitro». Lleva cinco temporadas pitando por «esos campos de Dios». Aficiones. «Viajar y ver partidos de fútbol». Debilidades. «No puedo estarme quieto. Si no tengo un lío me lo busco». Virtudes. «Creo que sé escuchar a la gente». Defectos. «En el campo se disparan mis límites de chulería y prepotencia».

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Soy árbitro a mi pesar, pero con mucho orgullo». Lo dice quien pita en campos de tierra y de público bronco, lo dice alguien que cobra apenas 20 euros por un partido y un domingo es capaz de pitar tres, («¡claro!, a las nueve, a las 12 y a las cinco de la tarde»). Para Quique Luengo el arbitraje de base es puramente vocacional. No tiene sueños galácticos, y aunque en el campo las pasa «canutas», en los despachos de la jefatura arbitral se las han hecho pasar peor.

Pregunta.- ¿La mala leche ayuda en su oficio?

Respuesta.- Un árbitro debe tener carácter pero sin genio, hay que dejar las cosas claras para que los jugadores lo entiendan.

P.- ¿En el campo está realmente solo?

R.- Siempre solo, en el aspecto deportivo y también institucional. Los jugadores tratarán de llevarte hacia su lado, obviamente.

P.- ¿Nadie reconoce que hace una falta?

R.- En el fútbol tiene que ser una falta muy clara, se ve pocas veces que lo reconozcan.

P.- ¿Va acompañado de auxiliares?

R.- Eso en las categorías que hay linieres, yo siempre arbitro solo.

P.- ¿Tiene más peligro un despacho?

R.- Peligro físico en los campos de fútbol, de cabeza en los despachos donde se manipula y se manda en los árbitros.

P.- ¿Su última bronca en un campo?

R.- Con el Escuelas de Fútbol La Concepción contra Esperanza. Pité un penalti en el minuto 42 y se montó jaleo, paré el partido, se lió bronca con el público y lo de siempre… la culpa la tiene el árbitro.

P.- ¿Le dieron pa’l pelo?

R.- Me dieron patadas y empujones, y me señalaban con el dedo. No me tocaron porque salí corriendo, media vuelta y a correr.

P.- ¿El público tiene algo de agresivo?

R.- Será que el fin de semana la gente vuelca en el fútbol lo que no ha podido gritar en su casa, o en el trabajo.

P.- ¿Usted lo llega a comprender?

R.- Hasta cierto punto, pero no entiendo los insultos aunque se comprenden.

P.- ¿No me diga que es normal?

R.- Yo también voy a ver fútbol e insulto. Alguna vez se me ha escapado algo contra el árbitro.

P.- ¿El campo más duro de Madrid?

R.- Surgen problemas donde menos te lo esperas. Por tradición siempre ha sido complicada la zona de Vallecas; por el momento el campo más jodido es el del Colegio Aragón, (Vallecas).

P.- ¿No son campos de hierba?

R.- Créame: son campos malos, durísimos.

P.- ¿Cruzan las ovejas por la banda?

R.- Ovejas ya quedan pocas, pero algún perro sí que te puedes encontrar cruzando el campo.

P.- ¿Aspira a pitar en el Bernabéu?

R.- Uno siempre aspira, ¡pero si no te dejan aspirar!…

P.- ¿Es el «niño malo» del arbitraje?

R.- No me callo las cosas, y si algo me parece injusto lo digo.

P.- ¿Un árbitro debe ser más callado?

R.- Un árbitro le debe bailar el agua a los que mandan, así de claro.

P.- ¿La parte mala del oficio?

R.- Me han escupido, me han tirado piedras y creo que nada más. Ha sido ligero, hay a quienes les han acertado con botellines y latas de cerveza.

P.- ¿Usted ha tenido más suerte?

R.- También me han acertado con las piedras pero no me han producido daños importantes.

P.- ¿Duele más el alma?

R.- Duele más por dentro porque no te lo explicas.

P.- ¿Le han dado ganas de responder?

R.- Físicamente nunca, pero una buena respuesta deja a la gente en su sitio. Un buen taco los deja callados (lo aprendí de una compañera mía).

P.- ¿Un árbitro también tiene sus colores?

R.- Pues sí, yo soy del Recreativo de Salamanca.

P.- ¿A qué le sacaría tarjeta roja en Madrid?

R.- A las obras, estoy harto de ellas. A mis jefes del arbitraje no les sacaría tarjeta amarilla porque no quiero darles más importancia.

P.- ¿Lo suyo es pura vocación?

R.- Está claro. El dinero te viene muy bien pero yo pito porque me gusta. Soy capaz de levantarme a las siete de la mañana para arbitrar un domingo.

P.- ¿Pita tres partidos un domingo?

R.- Más que posible, aunque en el último ya no sabes si vas o vienes (me gusta correr y darlo el todo). O te dosificas o no llegas.

P.- ¿A pesar de todo, merece la pena?

R.- Lo tengo muy claro: el día en el que tenga miedo a salir a un campo de fútbol, lo dejo.

P.- ¿Es un cristiano ante los leones?

R.- Pues sí, meterse con los árbitros le encanta a la gente.

P.- Complete la reflexión: «árbitro…»

R.- ¡Cabrón!, te lo dicen antes de empezar.

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