El ‘probe Migué’

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

En lenguaje deportivo la carrera de Miguel Sebastián se enmarca en el clásico «no pudo ser». Sebastián fue el hombre que quiso traer el mar a Madrid y se ahogó en una playa de plexiglás con un fondo de estudio de fotografía; tanto nadar para morir en la orilla, ésa es la vida del boquerón. Los del tendido del 7 de Las Ventas habrían dicho (no sin razón): «¡pum, petardo!». Sebastián con las palitas fue la versión castiza de ese espanto que anuncian como ciudad de las vacaciones; ahora le queda la tumbona para ir haciendo castillos mientras le confirman la vuelta a la Complutense. Probablemente tendría un gran programa para cambiar Madrid pero hizo todo lo posible por evitar transmitirlo, de tan reservado que era el candidato su campaña acabó en pronóstico grave y ya veremos si no se lleva a la PSM a la UVI. De momento, la orina del enfermo tiene muy mal color.

Le recordaremos por el episodio de la foto y por el deseo de poner un tranvía que cruzara Madrid en plan remonte por la Castellana de todos los vicios y todos los servicios. La verdad es que para no quedarse a hacer oposición en el Ayuntamiento ha tardado mucho en decir adiós. Su apuesta era tan arriesgada como su nombramiento: o todo, o me piro (un compromiso muy pobre con la ciudad, una manera de confirmar que era un paracaidista con piel de candidato). Eso sí, tuvo el mérito de unir a todos los de la PSM (en contra), y de poner a Leguina de los nervios. En el entierro político de Miguel Sebastián nadie enviará rosas.

Si su llegada fue curiosa su salida fue airada; no hizo más que bajar las escaleras de Ferraz y la gente empezó a decir lo que piensa, por debajo de los despachos salieron las iras de mayo. Le aconsejaría por su bien que no volviera en un tiempo por allí, no vaya a ser que Alfonso Guerra le confunda con el repartidor de pizzas. Tanto criticar las obras de la M-30 y él ha tirado al río las ilusiones de miles de votantes socialistas. Si tenía cerrado el billete de vuelta que lo hubiera dicho antes, nos hubiéramos ahorrado un disgusto.

Compartir:

Etiquetas: ,

Deja una respuesta

*