Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Haciendo caso a Rajoy, que dijo que el PP sabría estar «a la altura de las circunstancias» ante las provocaciones socialistas, la presidenta-candidata se llevó a la prensa a la sierra norte, a nuestro Kilimanjaro regional, (mayor altura imposible). Allí contó una confidencia: es ganadera de vacas bravas que no ganadera por las bravas, y por lo tanto en cuestiones de campo no le gana nadie. La presidenta sigue su camino y evita entrar en el fango de Miguel Sebastián porque el que sabe de pastos también sabe donde poner los pies cuando llueve. Por otra parte los pensadores orientales recomiendan que cuanta más alta sea la montaña mayor será la distancia con el problema y mejor trabajará la mente.
Aguirre está muy satisfecha por el tono del debate a tres con PSOE e IU, donde hasta tuvo ocasión de prestarle los zapatos a Inés Sabanés, al acabar el programa, para que viera lo cómoda que puede andar una. Duelo en el que Simancas descubrió que Aguirre es tan «derechas que no lo puede disimular», y ella barruntó que entre Simancas y Sabanés había escena de sofá con pacto secreto, comentarios en la oreja y risitas compartidas. Con la luz del plató de televisión se ven los contubernios que da gusto, en eso se parece a escalar una montaña. A Esperanza le mosquea que no se den cera los candidatos del PSOE e IU, cree que son buenos novios aunque luego cada uno duerma en camas separadas.
Sabanés tiene el firme propósito de darle la vuelta al marcador de su coche sin abandonar los límites de la Comunidad de Madrid, la recta final de su campaña está marcada por el cronómetro. Con la sana intención de visitar un residencia sanitaria, (más sana no podía ser), se presentó en San Sebastián de los Reyes, pero la Consejería de Sanidad le impidió el acceso al Hospital Norte.
Se pregunta Inés cómo el fax de la Consejería no le llegó y sí, en cambio, a la empresa que gestiona las obras. Ya tenemos el Expediente X de la campaña.
La propuesta más original es de Gallardón: Crear unas «kangurotecas», unos centros que son a los padres lo mismo que los salvavidas a los barcos: de rigurosa necesidad. Uno puede dejar a su niño e irse a sus cosas, tomar un vermouth, e incluso dormir la siesta porque no piden certificado de asistencia al bar.
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