La revolución son dos ruedas y un sillín

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Ser Pedrosa y Hayden dando una vuelta junto a Gallardón un domingo por la mañana mola, pero hoy los quiero ver a los tres jugándose el tipo por las calles. Ser motorista en esta ciudad es oficio de riesgo. Gallardón se hizo la foto pero Sebastián le robó la moto -la idea- al ofertar plazas para todos en caso de ganar las elecciones. Acierta el candidato socialista al potenciar la moto como vehículo urbano de escasa contaminación y poco bulto. Pero además de eliminar una plaza de coche de cada diez para instalar un parking motero, el candidato debería tener en cuenta otros factores tales como cuidar la pintura de los pasos de cebra o dulcificar las aletas de tiburón del carril-bus (por el que los motoristas tenemos permitido circular, gracias a Gallardón). Sin ánimo de exagerar, cuando caen dos gotas algunos pasos de cebra se convierten en la sucursal del circus on ice, uno entra en ellos como el barco en el triángulo de las Bermudas, con la remota esperanza de salir con vida por el lugar más insospechado. Madrid sería una ciudad estupenda para ir en moto si no fuera porque te la juegas en mil trampas, eso sin contar con el futuro tranvía de Sebastián. Una moto sobre raíles metálicos es lo más parecido a un elefante en monopatín: lo normal es que se escoñe.

El motero aparca en la acera no por anarquía manifiesta sino porque no tiene otro lugar: la moto detrás de un coche es carne de cañón. Gran parte de los conductores aparcan a base de toque final, cuando suena el parachoques es que han llegado, pero esa fórmula tira motos por el suelo. Las motos, como los que tienen miedo de los ratones, terminan subidas a un banco para evitar al enemigo. En el campo de las dos ruedas tenemos mucho que aprender de Barcelona, Valencia o Málaga, ciudades en las que se puede aparcar sin temor a acabar en el taller.

Más espacio sería un aliciente para los moteros, además es una manera de sortear el pago del parquímetro porque, de momento, no se les ha ocurrido facturar a los vehículos de dos ruedas. Madrid en moto es la confirmación empírica de que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta. Recordemos también la importancia sensual del vehículo de dos ruedas. Uno no invita a subir a la grupa a cualquiera. Ya en la década de los ochenta el grupo canario Palmera cantaba: «Devuélveme las llaves de la moto y quédate con todo lo demás», una forma de pedir el rosario de tu madre pero en postmoderno. Eso sin contar la cultura Harley que es mundo aparte; en Estados Unidos los seguidores del llamado cerdo de Milwaukee llegaron a estampar camisetas con la leyenda: «Prefiero ver a mi madre en un burdel que a mi hermano montado en una moto japonesa». Hablamos de pasión y de revolución por un tubo al que metafóricamente llaman de escape.

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