Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
¿Se deben prohibir los anuncios de Armani y Dolce & Gabbana? NO
Hoy, con sólo recopilar recortes de prensa habría podido escribir el arte de la publicidad, si cambiamos «guerra» por «anuncio» nos encaja la propuesta del general chino del siglo V: «el supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar». La reacción en contra de las fotos de Dolce & Gabbana y de Armani les ha dado la campaña resuelta a sus creativos: nunca antes se habían reproducido tanto unos carteles ni se habían hecho tantos comentarios. Domenico Dolce y Stefano Gabbana ya le pueden invitar a un vermouth con berberechos al director de la agencia de publicidad, el impacto por anuncio es histórico, ni el gol de Zarra. En el caso de Armani incluso cuenta con una reacción oficial en contra, la del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid que relacionó a las niñas que aparecen en la foto con el fomento del turismo sexual, cuando ni las niñas son prostitutas ni la marca pretende otra cosa que no sea vender su línea juvenil de ropa. Una vez más es la intención la que guía al ojo, la mente calenturienta la que lidera a la intención y la libido la que domina a la mente. Dicho en otras palabras: parece que siempre estamos pensando en lo mismo.
Si hacemos caso a este movimiento neo carca de puritanismo publicitario acabaremos sacando al caniche con leotardos y pololos. Y la culpa la tiene Goya que pintó a la duquesa de Alba como nunca se hubieran atrevido a sacar los actuales programas del corazón. Por lo tanto, El Prado debería proponer que esa sala fuera considerada «para mayores de 18 años»; y ponerle unos tules a las Gracias de Rubens, (responsables de las poluciones nocturnas de autocares y autocares de chicos de internado franquista). Incluso una visión perversa y freudiana recomendaría el desmontaje de la Torre Eiffel, el mayor monumento metálico que se conoce a la gloria de Príapo. De tal manera que los turistas que ascienden por su estructura no lo hacen para captar las mejores vistas de París sino para rendir un gran homenaje al falo, (y ahora que lo pienso el cantante Falete ya puede ir pensando en otro nombre, quizá Pirulí).
El delirio de la provocación del absurdo es la obra que representa el actor José María Pou en un teatro de Madrid, con un texto del norteamericano Edward Albee el protagonista relata cómo ha sucumbido ante los encantos de una cabra a la que él tiernamente llama Sylvia, (y ella le contempla con sus ojitos vivos). Visto el percal no sería de extrañar que prohibieran la obra por fomentar la zoofilia, poner en peligro a la familia, al modelo de convivencia occidental y que arrestaran a los pastores que quedan por caminar tras cabras y ovejas con mirada lasciva de faunos salidos.
Y sólo eran dos anuncios… a este mundo le hace falta un braguero universal y un reparto gratuito de pastillas de bromuro. La retención de los impulsos sexuales, (a fin de cuentas retención de líquidos), lleva a imaginar cosas terribles. El personaje del español de negro que hacía José Luis López Vázquez tiene una escena memorable: él y ella en un banco, él le coge la mano y ella pregunta «¿piensas lo mismo que yo, mi vida?». Entonces el señor de negro responde tierno «sí» y ella le remata con: «¡guarro, que eres un guarro!».
Rafael Martínez-Simancas es periodista y escritor. Dirigirá el programa
EL MUNDO en portada
de Veo TV a partir del próximo 8 de abril.
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