Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Tiene razón Raúl: «Este año han pasado cosas extrañas». Su frase, pronunciada tras la resaca de Múnich, recuerda a la del niño protagonista de El sexto sentido cuando decía que a veces veía muertos y hablaba con ellos. Es verdad. Lo que no tengo tan claro es si ese niño tenía un póster del Madrid o del Barcelona en su habitación. Todo aquel que crea en fantasmas puede ser aficionado a estos dos equipos. Si en el Real Madrid tienen un poltergeist, en el Barcelona sufren su particular annus horribilis. En resumen, que a los dos grandes les ha mirado un tuerto y el duelo de esta noche más que un vibrante choque de titanes se puede quedar en un partido entre casados y solteros en un balneario del interior.
Preparen un cargamento de pipas porque con algo hay que disfrutar en el sillón de casa. De repente, como si le hubieran aplicado un tratamiento en su contra, Roberto Carlos ha envejecido 1.000 años y Ronaldinho ha decidido ser el doble de Alfredo Landa en una película de José Luis Garci. Poco queda de ese físico espectacular que era un anuncio perpetuo de bifidus activo, un escándalo cuando se hacía el intercambio de camisetas. Esta noche el fútbol, como la poesía, quedará para otra ocasión.
Lo que les ha pasado durante toda la temporada podría ser argumento de novela de Germán de Argumosa, ese investigador de realidades extracorpóreas, el capitán del CSI español. Ya sea por efectos de los ectoplasmas o de las sombras chinescas, Fabio Capello duraría menos ante el polígrafo que sus líneas en descomponerse. Poco queda de verdad en su planteamiento que no pueda considerarse legítima defensa.
Critican, luego se esconden. En Múnich, todos los acontecimientos pudieran resultar paranormales pero Raúl ofreció claridad en la tragedia. Hasta que no apareció Guti no llegó el fútbol. Hasta ese momento todo fue una larga penitencia de cuaresma aunque luego vino la verdad, (como dice Serrat «nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio»). El fantasma es Capello, que resiste en el banquillo a ver si llega a San Isidro y puede ver los toros sin necesidad de sacar una tarjeta de embarque para volver a Italia.
Si alguien quiere hacer algo a favor del fútbol debería depositar una ristra de ajos en un córner del Camp Nou, y esperar a que se aleje el maleficio. No acudan al Capitán América porque lo han acribillado a balazos en las escaleras de un tribunal de Nueva York. No es tiempo de héroes. En cambio, es la noche perfecta para que despunten los nuevos talentos y para que el planeta fútbol encuentre otras referencias. Sin duda, los creativos del balón lo van a tener complicado para jugar en una chatarrería repleta de viejas glorias oxidadas, pero es su gran oportunidad. Es insólito comprobar que a mitad de marzo ni Madrid ni Barcelona tienen juego en las botas. Incluso el triunfo en la Liga les vendría de rebote. La realidad les viene muy grande.
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Etiquetas: deportes opinión, el mundo