Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Mucho mejor que ver documentales de La 2 es sentarse en un avión a observar el pasaje, justo lo que le pasó a un amigo que iba rumbo a La Habana y escuchó un extraño ruido dentro del lavabo, (llamarle baño al meadero del avión es una hipérbaton innecesaria y estrecha). Según cuenta salían del interior unos sonidos de cremallera desatada, entonces pensó que las cremalleras no tienen vida propia y que alguien las estaría manipulando.
El escándalo de las cremalleras era tal que la sobrecargo tuvo que abrir la puerta en la que apareció un pasajero de business forrándose el cuerpo con cintas de embalar, y no siendo un paquete sino un turista aquello resultaba extraño. Sólo la pericia de la sobrecargo logró desvelar el entuerto: el pasajero se envolvía el cuerpo en cintas que a su vez tapaban botes de viagra. Aquel hombre que se ocultaba tras la puerta del lavabo llevaba pastillas de erección inmediata a La Habana, igual que el misionero lleva la palabra divina a la selva.
Episodio vivido en un avión que plantea muchos interrogantes, entre ellos ¿qué hace alguien introduciendo pastillas del placer en la isla?, ir a Cuba con viagra es como ir a Lardhy con la merendilla, innecesario por tropical y excesivo.
La consecuencia de este cuento es que no hay que fiarse de los sonidos porque a veces resultan tan extraños como viagras en las nubes. O lo que es lo mismo, una erección a bordo, un desborde, un escándalo carnal.
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Etiquetas: el boletín, opinion