La gran resaca

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Si mala era la propuesta de la ley del vino mucho peor va a resultar su resaca, de ahí los tumbos en forma de explicaciones barrocas que va dando la ministra de Sanidad. Bouchet, cocinero de Tayllerand, dejó escrito a lápiz una máxima a tener en cuenta: «Los experimentos se hacen con gaseosa, my friend», (luego le copió la idea Bruce Lee). A Elena Salgado no le van a dar el premio de la sangría del año, porque no ha sabido ni mezclar, ni dosificar. El resultado es que nadie ha querido probar su ley modelo Amo a Laura, aunque a ella le pese y en el fondo piense que nos hemos alcoholizado sólo por llevarle la contraria, y le quede el regusto amargo de que somos un pueblo áspero que desayunamos bebidas legionarias. O, lo que es lo mismo, que no tenemos remedio porque somos unos brutos que disfrutan hablando de toros y tomando una copa de vino.
Una vez perdido el respeto a la autoridad, a Salgado sólo le queda correr a refugiarse en el silencio antes de que le lancen botellas como en los circos se hace con los cuchillos. «Todo menos hacer el ridículo» dijo Tarradellas después de esperar horas a que el presidente de Francia se dignara a recibirle, (pero rien de rien). Poner en marcha una ley que penalice el consumo de alcohol en España es tan insólito como pedir que Italia renuncie a la pasta, o que Escocia reduzca su producción de güisqui, o que Disney confirme la homosexualidad de Goofy.

Gobernar como si se hablara a una reunión de scouts tiene sus inconvenientes; el primero de ellos, que los ciudadanos te hagan cuchufletas con los mini pisos, luego con el vino, los toros, el tabaco, las hamburguesas, pasando también por la reforma de los estatutos autonómicos.

El referéndum andaluz era una buena idea, lo que estaba mal planteada era la pregunta. Para lograr alta participación de los votantes hay que preguntar por Capello, (en el fondo nos gusta ejercer de caciques echando a un entrenador de fútbol). Si el Gobierno hiciera una consulta popular acerca de Capello, iban a rebosar las urnas; por lo tanto, la idea de consultar a la ciudadanía es acertada, lo que fallan son las propuestas. Elena Salgado hace tiempo que logró una estampa victoriana de profesora de piano, hasta ahí perfecto, lo que le ha fallado es creer que los españoles saben solfeo o están dispuestos a poner la espalda recta en la banqueta.

En realidad, no resuelve el problema, lo deja en mitad del camino y sin señalizar. La duda es perversa: ¿se retira la propuesta para salvar a la ministra o se retira la propuesta porque el alcohol no es tan malo? Vacilar con el vino nunca estuvo bien visto, que se lo digan a Cam que fue castigado por reírse de su padre Noé. La clave, dicen, es el consumo inteligente, o mejor dejarlo. Yo estoy en eso, a ver si me quito de estupideces y me quedo con las justas.

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