Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Seguro que el inventor de la guillotina, el doctor Guillotin, tenía una reproducción de su invento en casa para que jugaran los niños a decapitar ratones, o que Torquemada guardaba en el salón unas brasas candentes por si fuera menester quemar a algún hereje. Hasta es posible que el ejecutor de Sadam Hussein conserve la cuerda con la que pasó a la historia en un vídeo chusco pero muy reproducido. El creador siempre siente veneración por su obra aunque sea discutida, a fin de cuentas la paternidad es un orgullo. Llevado por ese sentimiento de satisfacción por el trabajo bien hecho, el concejal de Seguridad, Pedro Crespo, tiene un parquímetro en el despacho, así aparece en una foto que reprodujo este periódico. Escena un tanto kitsch si detallamos que junto a la bandera de España, de la Comunidad y posiblemente del Ayuntamiento de Madrid, hay un parquímetro plantado en lugar del socorrido ficus oficial que tantos fondos de entrevista ha resuelto con solvencia.
El concejal tiene un parquímetro en el despacho con gran satisfacción, como si el doctor Frankenstein tuviera un braguero de su criatura inhumana. Pudiera ser que lo tiene a su lado para no bajar a la calle pero no es el caso porque Calvo gasta coche oficial, (y cuando va en moto sin papeles nos enteramos todos). Por lo tanto es un acto de soberbia administrativa sin precedentes, una provocación y un punto chuleta que pudiera generar el comentario airado de los vecinos que piden su retirada en los barrios periféricos. Es aquello de mentar la soga en la casa que no corresponde. Por lo tanto el concejal se agarra al parquímetro y defiende su estética como elemento de decoración de despacho oficial, (estupendo; sería equivalente a que Idi Amín tuviera a un opositor colgado boca abajo y posara junto a él).
No es disfraz de carnaval sino sentimiento de amor hacia un mueble urbano. Quizá la proximidad de las elecciones le debería hacer reflexionar si acaso no es propio posar con el parquímetro detrás, igual que doña Carmen posaba con los toreros de la corrida de la Beneficencia. Incluso le ha apañado el verso a Bécquer: «del salón en el ángulo oscuro… veíase el parquímetro». Como diría un castizo el concejal se ha sobrado un rato: «s’a pasao dos pueblos y una pedanía by the face». Mucho más si tenemos en cuenta que el parquímetro sale a millón de los antiguos, por lo tanto era mucho más económico y estético el ficus con macetero negro, una de esas plantas que hicieron por la transición tanto como Cuéntame por el seiscientos. Una maceta de la que nadie conoce su origen pero que sin duda nos sobrevivirá. Lo del artilugio en el despacho se lo debería hacer mirar, no es el parquímetro el mejor amigo del hombre
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